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Yo me había hechos mis cálculos al ser ayudante de contabilidad de chocolates, egresado de NYU ahora en primer semestre de la Facultad. El tren metropolitano de hace unos ocho minutos de la estación Wilshire. Yo abordaba, segundos más o menos,a las tres y media, y por tanto Eddie se presentaba en el andén faltando unos veinte minutos para las cuatro. Eso indicaba las estadísticas, decidí arriesgarme, o que quiere decir que aquella tarde en que supe su nombre no comí en la fonda ni me entretuve en los sándwiches.

Entré a los túneles de la estación Bronx quince minutos antes de la hora acostumbrada. Bajé en Wilshire antes de las tres y media. Y esperé. El cuerpo me olía a chocolate, pero no es un olor desagradable. Odio los chocolates, porque en la fábrica premios y recompensas se dan chocolates. Pero hay gente que los aprecia.

Esperé. Eddie apareció, cuando mi reloj marcaba 3:39. Me ubiqué a su lado y entramos juntos al vagón; y entendí que era un día mágico porque había dos asientos desocupados,juntos.

Uno lo tomó Eddie; el otro yo.

De la bolsa de lona sacó un libro que abrió en páginas cercanas a la mitad y se puso a leer. No sé qué libro, pero en algún momento volvió a las paginas iniciales y allí estaba su nombre. Eddie Kaspbrak. Era, entendí, su modo de decirme cómo se llamaba. Los encuentros sin duda habían dejado una impresión en él, quizá por el olor a chocolate. ¿Y ahora qué? Eddie, mucho gusto, me moría de ganas de conocerte. ¿Trabajas o estudias? No me atreví a decir nada. Saqué del portafolios uno de mis libros de contabilidad y lo dejé abierto largo rato donde aparecía mi nombre, escuela, semestre. El, sin dar siquiera una señal, se levantó y fue hacia la puerta. Estación Bronx. Mi inevitable destino era U City. ¿Qué malvada cosa de la vida impedía que el estudiara en la Facultad de Comercio o, al menos, trabajara en la fábrica de chocolates?

Una vez más, en los apasionados días que vinieron, olvidé la comida y antes de las tres y media ya estaba en el andén de la estación Wilshire. Veinte para las cuatro y el no,diez para las cuatro, las cuatro, nada. Entré al vagón cercano, y apenas lo hice y se cerraron las puertas, se dejó venir Eddie agitando el húmedo paraguas.

𝐓𝐑𝐀𝐈𝐍 ; reddieWhere stories live. Discover now