Abuelo

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El sonido de las cigarras cubrían el silencio de aquel jardín trasero, las estrellas cubrían en su totalidad aquel cielo azul oscuro dejando una agradable vista a las personas ahí presentes, la noche emanaba una indescriptible sensación de paz.

Una paz la cual ella ama, ya que sus hijos y sus nietos no tuvieron que sufrir aquella horrible época de sufrimiento y agonía, dónde la única salvación de ese tormento era la muerte qué, irónicamente, no era deseada por nadie.

Recordaba perfectamente el momento en el que nacieron todos y cada uno de sus hijos, recordaba como el hombre con el que se casó los trataba con amor y cariño, ella atesoraba la dedicación y atención que su esposo tenía para con ella, pues todo eso le fue negado cuando aún era una niña.

Recordaba que la única razón por la cuela ahora es felíz, es porque aquel hombre le había dicho que escuchara atentamente a la débil y frágil voz que yacía en su corazón, recordaba que cuando murió su maestra y hermana él estubo ahí para darle sus brazos y su apollo, recordaba como ese hombre sufría cuando se convirtio en un demonio, y también atesoraba ese momento en el que él pedía disculpas aunque ella le dijera que no lo hiciera.

Eso soltó una leve risa de su boca, acción que fue escuchada por sus dos nietos ahí presentes.

- ¿De qué te ríes abuelita? ¿En qué pensabas? - el más pequeño le pregunto mientras esté abrazaba su pierna derecha con cariño.

- Solo recordaba a tu abuelo, hijo. - ella lo vio con su poca vista, sin duda le recordaba a su amado, de hecho sus nietos e hijos les recordaban a su amado, todos eran tan buenos y puros como él, realmente lo extraña.

— El abuelo... — menciono el otro niño, el mayor. — Abuelita Kanao, ¿Cómo era el abuelo de joven?

— Él... — por un momento sus ojos brillaban por el repentino cristalino de sus lágrimas. — Era una persona maravillosa, el hombre más bueno y desinteresado de todos, siempre velaba por el bienestar de los demás por el ensima del suyo, ustedes me recuerdan a él, son unos niños tan buenos, tanto que este mundo no los merece, son un sol para mis deteriorados ojos.

Ella se agachó hasta estar a la altura de los pequeños, los tomo del cuello con sus brazos arrugados por la vejez, y los abrazó tan cálida y tiernamente, ella ama a sus nietos.

— Tanjirō estaría feliz de haberlos conocido.

— El abuelo Tanjirō se escucha tan cálido como el sol mismo. — uno de los niños menciono mientras aún era abrazado por su abuela.

— Me gustaría haberlo conocido, seguro nos contaría muchas historias de toda la familia, suena como alguien genial, fuerte y amable. — el otro niño estaba con ojos soñadores, pues sus ojos rojos cuál rubí brillaban imaginando la imagen de su abuelo.

Ella los dejo de abrazar y esbozo una genuina sonrisa de felicidad.

— Tu abuelo solía danzar toda una noche entera hasta el amanecer, lo hacía para agradecer al dios del fuego por la protección que nos brindaba, ya que antes el solía trabajar con fuego y para evitar accidentes bailaba esa danza, de hecho esa danza fue transmitida por más de 15 generaciones de los Kamado.

Ella entro a la casa mientras era seguida por sus dos nietos. Caminó junto a ellos hasta llegar a un pasillo en el cual se encontraba una foto de su amado con un peculiar traje rojo, su rostro era cubierto por una tela blanca con una inscripción que decía —"Dios del fuego"— debajo de esa foto estaba una repisa en la cual reposaba aquella espada roja que elimino a Muzan ese día y a la par de encontraban enmarcado los pendientes Hanafuda que él solía llevar consigo.

 Caminó junto a ellos hasta llegar a un pasillo en el cual se encontraba una foto de su amado con un peculiar traje rojo, su rostro era cubierto por una tela blanca con una inscripción que decía —"Dios del fuego"— debajo de esa foto estaba una rep...

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— Los genes del abuelo son fuertes, nos parecemos mucho a él, ¿no lo crees, Kanata?

— Tiene razón Sumihiko, nos parecemos mucho a él.

Kanao veía la foto y el rostro de sus nietos, sin duda eran la misma imagen, Tanjirō estaría feliz.

— Tanjirō me haces tanta falta, pronto iré contigo, pero antes de eso tengo que enseñarle muchas cosas a estos niños. — ella pensó eso mientras veía el cielo por la ventana que se encontraba cerca de ellos, viendo en aquel panorama el rostro sonriente de su esposo.

Kamado Tanjirō era una persona muy buena.

Era el sol que ilumina a todo el mundo.

Fin.


Posterior A La Victoria Where stories live. Discover now