La oscuridad en algunas ocasiones no es tan mala como parece

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Los habitantes reían al ver la reacción de Newt. Mi instinto me pedía a gritos ir tras él, cruzar el pasillo hasta llegar al baño y pedir disculpas, pero mi orgullo me lo impedía. No soy una persona a la cual le produce satisfacción hacer sentir mal a las personas, pero tampoco me gusta pedir disculpas, aun cuando tenga la culpa. Me alejé de los demás y me encaminé hacia donde había pasado poca parte de la noche anterior con Newt. Recargué mi espalda en el árbol y como hace 24 horas, volví a cerrar los ojos. El aire era cálido, sentía como si me estuvieran arrullando. El sueño estaba ganando y me encontraba demasiado cansado para volver al dormitorio. -Hey. -dijo una infantil mientras me movía el hombro. Abrí los ojos y encontré con un niño que tenía entre doce o trece años, regordete, pelo castaño y largo.

-Perdón si te desperté, pero necesito que alguien me diga dónde está la sala principal. -rascó su cabeza. -por favor, ayúdame. ¿Hueles ese olor? -arrugó la cara.

-¿Qué haces aquí? No están permitidos menores de edad, tu apariencia muestra que lo eres. -ignoré su última pregunta, definitivamente el olor proviene de mí.

-Vengo de vacaciones. -sonrió mientras me daba un leve golpe en el hombro. -es broma. Mi padre trabaja aquí y como falta cinco años y medio para estar en tus zapatos, tengo que conocer el lugar. -soltó una carcajada. -Mi nombre es Chuck. -extendió su mano y lo imité.

-Thomas.

-Bueno, ¿qué haces aquí solo? Ya es de madrugada.

-Creo que el que debería preguntar eso soy yo, eres muy pequeño para estar en este lugar solo.

-Mejor hay que dejarlo así -Chuck sonrió. -Vamos, guíame hacia la sala principal. -Tomó mi brazo derecho y lo jaló, ayudándome a estar de pie.

Al entrar de nuevo, se presenciaba la gran ausencia de reclutas: por falta de ronquidos. La mayoría aprovecharon el descanso y regresaron a sus casas. El chico regordete hablaba hasta por los codos, desde hace rato dejé de prestarle atención. Cruzamos dos pasillos hasta llegar al pasillo en donde se encontraban las puertas de los dormitorios.

-¿Vez esa puerta? -apunté hacia la izquierda. -Es aquella puerta café, la que parece recién pintada. Chuck asintió.

-Larcho, me gustaría ser tu amigo. No creo que en este lugar se comporten conmigo como tú lo has hecho hasta el momento. Adiós. -de nuevo extendió su mano, la tomé y le di un ligero apretón.

Chuck parecía ser un tipo agradable. Quizá se convertirá en mi nuevo amigo, Newt ya dejó de serlo. Desde que el chico se encaminó a la sala principal, que por cierto teníamos prohibido entrar, no podía moverme. Enfrentarme a los mierteros que tengo como compañeros no me apetece. Estuve de pie por diez minutos. -El mundo es para los arriesgados. -pensé. Realmente no tengo por qué temer. Caminé hacia la puerta, al llegar la abrí. El dormitorio estaba con las luces apagadas y se miraba un bulto debajo de las sabanas. Solo estaban ocupadas tres literas. Di pasos lentos, tratando de hacer el menor ruido posible. Cuando llegué a mi litera, me arropé de pies a cabeza. Voltee a la derecha y por un hoyo que tiene la cobija, divisé la litera de Newt y él se encontraba allí. Me quedé dormido observándolo.

El sábado no fue mejor, en cada momento cuando el rubio y yo nos encontrábamos a pocos metros, los demás recordaban lo que pasó la noche anterior y proferían insultos. Definitivamente éste es el peor fin de semana.

El lunes, el sargento nos despertó con sus habituales gritos. Tomamos un baño y después nos dirigió hacia un lugar el cual nunca había entrado. No se encontraba afuera, era un cuarto muy grande, casi igual que el patio. En varios muebles se encontraban armas de todo tipo, recordé que Newt me había dicho muy entusiasmado sobre lo que sería esta semana.

Compañeros en el ejército.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora