Parte 2.5

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Cerró sus ojos esperando sentir el dolor de sus dientes clavarse en su carne, pero en su lugar, sus labios descansaron sobre su cuello como suaves pétalos de rosa, bajando por su músculo trapecio hasta su hombro. Sentir el frío de su piel contra la suya le provocaba escalofríos, pero la chispa que ardía al sentir su tacto lo consumía por dentro. 

- ¿Estás seguro de que quieres ser corrompido por el pecado eternamente? - le susurró el ruso al oído. 

El sentir el pesado acento de Viktor en su oído le traía una sensación desconocida en su estómago, como si un millón de mariposas revolotearan en su interior.

- Hasta lo más profundo - respondió en el mismo volumen.

Sin ninguna advertencia, el ruso rodeó al más moreno con sus brazos y lo levantó cargándolo en su hombro lejos del polvoriento jardín de rosas. Ingresó a la primera habitación que se le cruzó y cerró la gruesa puerta de madera con el pie, a pesar de que no había nadie realmente que los fuera a interrumpir. La habitación estaba completamente a oscuras, las cortinas llevaban años sin abrirse y al no poseer la vista de Viktor, Horacio no era capaz de ver mucho a su alrededor, provocando que la inquietud se comenzara a acumular en su pecho. En cuanto el ruso posó a Horacio en la cama de elegantes sábanas, se dió cuenta de que su expresión había cambiado, se alejó de él, aumentando la ansiedad del más joven al no sentirlo más a su lado. El vampiro abrió las cortinas, dejando que los ínfimos haces de luz nocturna ingresaran a la habitación, ahí mismo, frente a la ventana se deshizo de la ropa que llevaba en la parte superior. Desde la cama Horacio era capaz de ver la silueta del torso desnudo de Viktor, por un lado eso lo tranquilizó, pero en cuanto la silueta comenzó a  acercarse a él, su corazón empezó a latir rápidamente en su pecho como si quisiera escapar del depredador que lo veía con ojos brillantes y hambrientos.

El vampiro se detuvo justo a la orilla de la cama, donde Horacio lo esperaba contemplando su, ahora visible, cuerpo. Sus músculos parecían tallados por escultores griegos, con el deseo de satisfacer su curiosidad, Horacio extendió su mano y modeló con sus manos la forma de su cuerpo desde sus pectorales hasta sus abdominales, su piel no dejaba de ser extremadamente fría, el cambio de temperatura hacía que se le erizara la piel y se preguntara cómo sería entregarse por completo a sus brazos. Viktor tomó una de las manos que recorría su cuerpo y la volteó para exponer su muñeca, lentamente acercó sus rostro a esta y beso suavemente la zona donde las venas eran visibles, sintiendo el palpitar de estas en sus delicados labios. Horacio no sabía realmente que hacer, nunca había participado de algo así y nunca había sentido esa excitación antes, solo podía quedarse en el lugar y disfrutar la mezcla de sensaciones que se arremolinaban en su cuerpo. 

Dejando que el aroma de su piel invadiera sus sentidos, Viktor recorrió su brazo hasta llegar a la fosa del codo, el cosquilleo en la piel de Horacio se transformó en una vibración que recorrió todo su cuerpo. 

Sin alargar la situación, el vampiro se lanzó hacia sus labios, atrapandolos en un delicado beso mientras desabotonaba uno por uno los botones de la camisa del más joven, exponiendo su piel salpicada de lunares y pecas al frío de sus manos que ansiosas recorrían cada centímetro de su cálida y tersa piel. Viktor no recordaba la última vez que había sentido ese calor vivo bajo la palma de sus manos, ese palpitar ansioso, y tampoco estaba seguro de alguna vez haber experimentado ese deseo en el aire, la respiración agitada de alguien en su oído, su nombre en el aire entre gemidos, lo quería todo, quería todo para sí.

Lentamente se abrió paso en su boca con su lengua, explorando los sonidos que el hombre ahogaba en la suya, hasta que recordó que él necesitaba respirar. Preocupado lo dejó ir, y sosteniendo sus hombros miró a Horacio a los ojos, quien con la mente ligeramente nublada respiraba agitadamente envuelto en el placer del momento, su mirada lasciva, ese fuego en sus ojos lo hacía irresistible para el ruso, solo quería perforar su piel con sus dientes y beber de ese dulce que recorría sus venas. 

Saboreando la piel del más moreno, recorrió con su lengua su cuerpo bajando por la línea alba del abdomen, la disparidad en sus temperaturas corporales hacía que Horacio arqueara la espalda en señal de satisfacción. 

Llegando a la zona donde más calor se acumulaba, Viktor se deshizo de las ropas inferiores de Horacio, liberando su palpitante miembro. Impaciente, el vampiro levantó las caderas del hombre que descansaba de espaldas en la cama, y comenzó a besar el interior de sus muslos haciendo que liberara pequeños gemidos. Perdiendo la cabeza cada vez más, Viktor enterró sus dientes en la suave piel del muslo, dejando que algunas gotas cayeran y rodaran por su lengua. Horacio emitió un quejido desde lo más profundo de su garganta, le dolía mucho, pero eso solo aumentaba la fogosidad de su miembro que goteaba en anticipación. 

Sin ser capaz de esperar más, Viktor introdujo en su boca el falo que se sentía ardiente en su interior. Al mismo tiempo que el ruso trabajaba con suaves movimientos de cabeza, Horacio se afirmaba a las sábanas de la cama mientras llamaba el nombre de Viktor en voz alta sin ninguna restricción. No se demoró en ocupar sus dedos en la entrada del hombre para dilatarlo y hacer la experiencia inicial más llevadera, quería brindarle el mayor placer posible hasta que ya no pudiera gritar más su nombre. Una vez satisfecho con su trabajo, sacó de su boca el húmedo y abultado miembro para libersr su propia erección de una vez por todas. Inclinó su cuerpo completamente sobre el de Horacio, y con la mano en su zona lumbar acomodo sus caderas para introducirse entre sus tibias paredes. Mirando al moreno a los ojos, se internó lentamente en su cuerpo hasta que pudo introducir el miembro por completo. 

Horacio se sentía extraño, por un lado su palpitante hombría clamaba por ser atendida nuevamente, por otro la herida de su muslo le provocaba punzadas de dolor que viajaban por su cuerpo y se transformaban en placer a medio camino, y el helado miembro de Viktor entre sus paredes hacía que se le erizara la piel. Lentamente, el vampiro comenzó a moverse en su interior, buscando con meticulosidad ese punto que sabía enloquecería al hombre que se afirmaba a su espalda. De repente Horacio comenzó a sentirse diferente, una ola de electricidad viajó por todo su cuerpo, sacando un gemido de lo más profundo de su garganta, había encontrado el punto que buscaba. Dando intensas estocadas, los sonidos más inmorales llenaron la habitación, el choque de piel contra piel, la humedad de sus cuerpos, los gemidos y gruñidos provenientes de sus gargantas, todo parecía un espectáculo. 

Perdiendo la cabeza ante las ajustadas paredes del más moreno no se olvidó de su objetivo, había aguantado lo suficiente y necesitaba derramar de una vez por todas ese caramelo color carmesí que nutría su cuerpo. Mientras Horacio disfrutaba por primera vez del placer carnal, Viktor clavó sus puntiagudos dientes en el cuello del más joven sin dejar de moverse en ese específico punto que hacía que el receptor perdiera el juicio. Pronto, el dolor en su cuello se desvaneció, y su cerebro pareció derretirse, la falta de oxígeno en su sistema volvía todo una experiencia mucho más placentera y antes de darse cuenta llegó al orgasmo dejando entre ambos cuerpos su simiente. 

Lo había conseguido, había probado ese fruto prohibido que lo había tentado por tanto tiempo, y era mejor de lo que pensaba, era realmente el complemento perfecto al placer sexual que sentía, la tibia sangre de Horacio bajaba por su garganta, saturando todos sus sentidos y saciando esa sed que lo ahogaba cada día. Aumentando la velocidad de sus movimientos, logró llegar al clímax poco después que Horacio, llenando su interior de sus fluidos. 

Sin perder el tiempo, soltó el cuello del hombre cuyo cuerpo descansaba débil sobre sus brazos y rasgó con sus dientes su propio brazo, al ver que su propia sangre se derramaba a borbotones, acercó la herida a la boca de un apenas consciente Horacio. El periodista no comprendía nada de lo que ocurría, podía sentir como el calor abandonaba su cuerpo, y como un líquido bajaba por su garganta. De repente, todo se volvió rojo, volvió a sentir su cuerpo, la energía que había agotado volvía a su cuerpo, sus sentidos se agudizaron y al final recobró por completo el sentido. 

Con la respiración agitada miró al hombre que descansaba sobre él, al ver sus ojos comprendió lo que había pasado y logró calmarse, Viktor ya no estaría solo nunca más, ninguno de los dos lo volvería a estar.

Halloween - Volkacio Vampiro AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora