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Me desperté por el ruido de la alarma, molesta y con ganas de seguir durmiendo restregué mi cara contra lo que supuestamente era una almohada pero estaba, como decirlo... No se sentía blandita como una almohada.
Abrí mis ojos lentamente, levanté la vista encontrándome con el rostro sereno de Kenma, talle mis ojos somnolienta y me levanté de sillón, arrope al teñido para que no le diera frío.
Subí a mi habitación y me puse mi uniforme escolar, baje nuevamente y entré en el comedor, sin darme cuenta de la presencia de varias personas prepare dos cafés y saque un budín para desayunar.
— Buenos días Ryu —salté por el susto al escuchar la voz papá.
— Buenos días —saludé a todos dejando las tasas en la mesa— no los había visto.
— ¿Dormiste bien hermanita? —preguntó con una falsa sonrisa.
— ¿Si? —respondí sin captar la indirecta.
— Cómoda, ¿No? —dijo fingiendo alegría el mayor.
— ¡Basta los dos! Solo se quedaron dormidos uno al lado del otro, ni siquiera se abrasaron —alegó mamá fastidiada por la actitud de su esposo e hijo.
— Perdón —dijeron ambos.
— Su amigo vino de parte de la mamá y le trajo su uniforme y mochila —informó sonriendo.
— Gracias ma, iré a despertarlo.
Regrese a la sala, él aún seguía durmiendo, con pesar por arruinar la bella imagen frente a mis ojos lo moví un poco llamándolo por el nombre.
— Kenma, vamos a desayunar —el teñido abrió de a poco los ojos y se estiró.
— ¿Me quedé dormido? —asentí— perdón, no fue mi intención.
— No te disculpes, yo también me quedé dormida —bostece— Kuroo trajo tu uniforme y la mochila de parte de tu mamá, el desayuno ya está listo.
— Está bien —se levantó del sillón algo dormido y entramos al comedor, bajo la fija e incómoda mirada de dos individuos.
Nos sentamos en la silla, cansada de sus estúpidas miradas les tire el repasador y los miré mal.
— Gracias por el desayuno Ryu —dijo con voz ronca dándole un sorbo a su café.
— No hay de que Kenma.
— Yuri, ve a cambiarte así te llevo y tú —miró seriamente a papá— anda, que llega tarde al trabajo —los dos se levantaron de mala ganas para alistarse— nos vemos luego Ryu, fue un gusto conocerte Kenma —sonrió despidiéndose.
— Es tu mamá —quedó en blanco al darse cuenta.
— Sí —reí— el que se hacía el protector es mi papá.
