Capítulo 8: No me dejes sola

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No quise seguir haciéndole preguntas que no me iba a contestar por lo que simplemente me quedé pensando por qué estábamos ahora allí. Yo no tenía nada que ver con aquella casa, nunca había estado pero... Pero justo a un lado estaba la mía. Quise salir de aquel lugar y entrar en mi casa pero las salidas estaban bloqueadas.

-No creo que puedas salir -dijo con voz tenue y triste por mí.

-¿Por qué estamos en tu casa?

-Repito que no lo sé. Yo sé lo mismo que tú.

-No -pensé-, tú sabías lo que se siente cuando recuerdas algo. Me dijiste que era una molesta sensación. ¿Qué es lo que has recordado tú?

-Poca cosa.

-Has tenido seis años para recordar. Cuéntame lo que has visto.

-Te vi a ti. Algo nos une. Algo que no recuerdo que ocurriese.

-Un segundo en mi jardín no es suficiente para unirnos.

-No, claro que no. Por eso hay algo que se me escapa. Yo he ido perdiendo muchos recuerdos al cabo de estos años. Pero estoy seguro de que no te conocí en vida. Tuvo que ser aquí, en este más allá tan retorcido.

Permanecimos largos minutos en silencio, forzando nuestras mentes sin conseguir llegar a nada. Poco después él subió las escaleras y siguió mirando cada rincón de su casa emocionado. Yo simplemente esperaba morirme de verdad. Estaba cansada de todo. La cierto era que estaba cansada desde que había despertado. Me pesaba el cuerpo y sentía la necesidad de permanecer quieta. Inerte quizás por mucho que no estuviese dispuesta.

Para mantenerme despierta rebusqué en la casa, vi fotos que me recordaron a las de la señora Ferguson y de una forma estúpida tuve recuerdos que me parecían no formar parte real de mi vida.

De pronto yo sabía tantas cosas de ése joven, de pronto yo le conocía tanto... Creí recordar y eso conllevaba dolores en todo el cuerpo y jaquecas descomunales. Pero mi cuerpo dejaba de sentir y se sumergía por completo en los dolores como si de una droga se tratase, relajándome y haciéndome sentir frágil.

Pude disipar la niebla de algunas imágenes que estaba viendo. Me vi desde un plano secundario con la señora Ferguson viendo fotos en el sofá y riendo mientras ella me contaba sus historias. Pude verme entrando en la casa en la que ahora me encontraba y buscar desesperadamente algo que parece ser nunca encontré. Pude ver cómo caminaba por los pasillos y le encontraba a él. Y sin saber por qué le abrazaba pero no era más que un sueño en el que me refugiaba. Y ya no pude ver nada más.

Estaba en el suelo. Sangrando de forma continua y abundante. Y vi una silueta que saltaba las escaleras tan rápidamente que parecía volar. Me dio calor, me sentí viva unos segundos.

El ángel me hizo volver con él a nuestro particular "mundo real".

-¿Estás bien? -preguntó sin en realidad necesitar una respuesta.

-He visto algo.

No quiso hacer caso a mis palabras o quizá era que las pensé y no las había pronunciado; él estaba secando mi sangre con su camisa y ese gesto me sumergió en más recuerdos.

Dolores y placeres desaparecieron. La asfixia se apoderó de mí y él ya no podía hacerme entrar en calor, solo podía ver cómo yo me iba rápidamente, sin oír sus palabras. Algo me sacó del trance, algo más cálido que ninguna de las cosas que había tenido en vida. Un beso de aquel ángel me devolvió con él.

-No te vayas, por favor -dijo en un llanto cerrado.

-No -susurré aunque no pudo oírme.

Me miró a los ojos y vio que estaba más calmada, me abrazó sin parar un momento.

-Lo siento -le dije. Entonces sí me oyó, no le agradó que fueran esas mis palabras.

-Pedir perdón no tiene sentido.

-Es mi entera culpa que estemos los dos aquí -añadí con pesar.

Divisé en sus ojos dolor por mis palabras y en vez de retirarse siguió tomándome de la mano mientras la besaba. Como si no me creyese.

-Te estoy hablando en serio, lo he visto.

-Insistes pero no quiero saber qué ocurrió.

-¿Por qué? -me sentí confundida.

-Desde el momento en el que te vi supe que te amaba pero no el por qué. Si me vas a contar algo que me haga sentirme mal contigo no lo hagas -suplicó con su triste mirada.

-Si me quieres no te sentirás mal conmigo, debo contártelo.

Ángel GuardiánWhere stories live. Discover now