Capítulo 31

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El sepulcro blanco 

     Se suspendieron las clases y se aplazaron los exámenes. En los dos días siguientes, algunos padres se llevaron a sus hijos de Hogwarts; las gemelas Patil se marcharon la mañana después de la muerte de Dumbledore, antes del desayuno, y a Zacharias Smith fue a recogerlo su altanero padre. 

     Seamus Finnigan, en cambio, se negó rotundamente a acompañar a su madre a casa; discutieron a gritos en el vestíbulo, y al final ella permitió que su hijo se quedara hasta después del funeral. Escuché que Seamus les contó a Harry y Ron que a su madre le había costado mucho encontrar una cama libre en Hogsmeade porque no cesaban de llegar al pueblo magos y brujas que querían presentarle sus últimos respetos a Dumbledore. 

     Los estudiantes más jóvenes se emocionaron mucho cuando vieron por primera vez un carruaje azul pálido, del tamaño de una casa y tirado por una docena de enormes caballos alados de crin y cola blancas, que llegó volando a última hora de la tarde -el día antes del funeral- y aterrizó en el borde del Bosque Prohibido. 

     Desde la ventana de la biblioteca, vi a una gigantesca y atractiva mujer de pelo negro y piel aceitunada que bajaba los escalones del carruaje y se lanzaba a los brazos del sollozante Hagrid. Entretanto, iban acomodando en el castillo a una delegación de funcionarios del ministerio, entre ellos el ministro de Magia en persona. 

     Pude ver como Harry evitaba con diligencia cualquier contacto con ellos, aunque estaba seguro de que, tarde o temprano, volverían a pedirle que relatara la última excursión de Dumbledore. A mi no se me acercaban.

     Harry, Ron, Hermione y Ginny siempre estaban juntos. Hacía un tiempo espléndido que parecía burlarse de mi, y me imaginaba cómo habrían sido las cosas si Dumbledore no hubiera muerto y si dispusiera de esos días a final de curso para estar tranquila, una vez hubiera terminado mis exámenes y ya no sufriéramos la presión de los deberes...

      Dos veces al día iban a la enfermería. A Neville ya le habían dado el alta, pero Bill seguía bajo mis cuidados con la ayuda de la señora Pomfrey. Tenía unas cicatrices horribles; de hecho, se parecía mucho a Ojo loco Moody, aunque por fortuna conservaba tanto los ojos como las piernas; pero su carácter tampoco había cambiado. 

     -La principal diferencia es que enseguida desarrolló una gran afición a los filetes de carne poco hechos. «Es una suegte que se case conmigo -había dicho Fleur alegremente mientras le arreglaba las almohadas a Bill-, pogque los bguitánicos cocinan demasiado la cagne, siempgue lo he afigmado.» 

     -Supongo que tendré que aceptar que es verdad que se va a casar con ella -suspiró Ginny una noche mietras se marchaba de su visita con Harry.

     -Enhorabuena Bill -le dije mientras le limpiaba los restos de la poción que no había absorbido su piel-, parece que por fin tienes la aprobación de tu hermana. 

     -Una lástima -suspiró dramático-. Me gustaba ver a Fred y George haciendo que Ginny y Ron se enfadaran entre ellos. Suena tonto, pero ver a los mas pequeños de la casa discutir por tonterías es lo más adorable del mundo.

     -Que no te escuche tu madre -advertí.

     Los Slytherin eran un caso aparte. Fueron muy pocos los padres que fueron a sacar a sus hijos, pero por lo contrario que pensaban las otras casas, el ambiente no estaba mucho mejor.

     -Mi padre ha sido convocado -en un susurro muy bajo Pansy le hablaba a Blaise-. Partirá mañana por la mañana con un compañero. 

     -No hables de eso aquí -le regañó Blaise.

Lilianne y el Príncipe MestizoWhere stories live. Discover now