Capítulo uno | 𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚

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Es curioso cómo el mar parece tan amenazador a lo lejos, pero se acerca a ti en forma de suave y débil espuma. Tentándonos a no dejarnos alcanzar por él.

Me quedo quieta junto a aquella vieja lancha abandonada y los escombros que quedaron tras la construcción del muelle. Debajo hace incluso más frío, pero al menos el viento ya no me golpea la cara.

—¡Oye, Emma! —oigo a lo lejos la voz de Jungkook, llamándome—. No te pierdas por ahí. Creí que te habías ido a tu casa —dice una vez que se encuentra más cerca de mí. Tiene las mejillas enrojecidas por el frío, al igual que la nariz—. Se les acabó la pizza, así que tuve que ir a otras dos tiendas —me informa.

Me siento algo aturdida, un tanto decaída y bastante fuera de mí misma, pero reúno mis pedazos y le ofrezco a Jungkook una sonrisa bastante modesta.

—Así lo hubieras dejado, no tenías que molestarte —digo, regresando la vista a la playa.

Las hamburguesas que ha conseguido Jungkook tienen mejor sabor que apariencia. He agradecido repetidas veces el gesto. Estamos sentados en los escalones que dirigen a las escolleras, sin hablar mucho entre nosotros. Limitándonos a mirarnos por cortos períodos de tiempo y después volver la vista como si nada.

—Oye —llamo a Jungkook, finalmente —, deberías enseñarme cómo hacer un blog —le digo. Él no me mira—. Yo no sé nada acerca de computadoras.

—Basta, Emma—me corta casi de golpe. Su voz sigue siento apacible y serena, pero con un toque molesto esta vez—. No tienes porqué fingir estar interesada.

Ignoro el rostro inexpresivo de Jungkook. Limitándome a poner toda mi atención a un barco que se ve a lo lejos. Luciendo pequeñísimo, como uno de juguete. Sé que en cierto punto es cruel, pero un ligero alivio me llena el estómago después de lo que Jungkook dice.

—Oye —vuelve a llamarme, justo en el instante en que yo abro la boca para decir algo, esta ocasión, él luce con un aire más enérgico. Volteo a mirarlo casi de inmediato—. Lo siento, pero si aún quieres seguir quejándote de él, adelante.

Me levanto mientras niego con la cabeza. Sacudiendo las piernas del pantalón y limpiando el polvo de la parte trasera.

—No —le digo una vez me encuentro viéndolo desde arriba—, creo que ya terminé, ¿qué querías preguntarme?

Jungkook se ha puesto nervioso. Y quizá lo ha estado desde el principio, pero su semblante inmutable ha podido controlarlo bastante bien. Excepto ahora, porque parece cuidadoso de sus palabras. Él me está mirando desde abajo con sus grandes ojos. El cabello le llega un poco más por debajo de las cejas, cubriéndolas casi por completo.

—Bueno —empieza. Hay duda en su voz. Pero no deja de mirar en mi dirección—, parece que eso, en verdad te lastimó. Así que quería asegurarme de que estés bien.

No puedo sostenerle más tiempo la mirada a Jungkook. Aparto la vista y veo directamente el suelo. Sintiéndome pequeña otra vez y sumamente avergonzada de mí misma.

Tengo que poder mirarlo a la cara. Aún después de lo que ya ha pasado, si no soy capaz de hacerlo, de nada habrá servido.

—Siento como si aún tuviera algo dentro —confieso, sin más—. Se siente muy raro.

Levanto la mirada y encaro a Jungkook, debo deshacerme de aquellos sentimentalismos que me confunden las ideas. Sé que él también está reviviendo los hechos en su cabeza, pero la tranquilidad con la que me mira y actúa, a comparación de mí, es lo que verdaderamente me inquieta.

Revivo todo con exactitud. En mi cabeza las imágenes corren una tras otra, sin detenerse. Y ni siquiera parece el mismo chico que ha intentado besarme hace unas horas detrás de la vieja bodega a un lado del muelle.

Espera. —Recuerdo haberle dicho cuando intentó acercarme a él—. No, no me beses. Lo siento. En realidad no me gustas de esa forma.

No te entiendo —me dijo con la cara notoriamente roja—, ¿no crees que estás siendo muy cruel? —Jungkook me hablaba como si en verdad lo hubiera herido—. Tú fuiste quien me buscó a mí.

Cabizbaja y con las ideas más revueltas que mi estómago, asentí.

Lo sé —le dije—, lo siento.

El rostro de Jungkook tenía la capacidad de cambiar drásticamente de un momento a otro. Un semblante casi sombrío le llenó la cara, estrechando el espacio entre sus cejas.

Entonces, ¿ésta es tu forma de vengarte de Taehyung? —me preguntó sin titubear—. Todos conocen su reputación de mujeriego. Y qué si hizo que le mamaras el pene, ¿en verdad crees que haciéndolo con otro chico es la solución? —Jungkook parecía no tener la más mínima intención de dejarme hablar en ese momento—. No te engañes, Emma, ¿o crees que si haces esto, él al final te querrá? —preguntó—. Si es eso, en verdad eres estúpida. Todo lo que pasó es tu culpa, así que no sé porqué tienes que arrastrarme en todo esto.

Sabía que había mucha verdad en todo lo que Jungkook me decía, pero no podía reconocerlo. No todavía.

El ambiente se llenó de silencio en cuanto él se quedó callado. El sonido a la lejanía de las gaviotas era lo único que no nos dejaba hundirnos en él.

Yo no lo sé, ¿de acuerdo? —Estaba triste y me sentía ridícula. Pero me tragaría el sentimiento. Mi labio ya había comenzado a temblar y sabía que sí me echaba a llorar justo frente a él, sólo lograría verme aún más patética—. Mi mente ha estado en blanco todo este tiempo.

Había vuelto a mi postura de cabeza cabizbaja. Con mis zapatos en mi campo de visión y nada más. Sabía que Jungkook no estaba contento con esto, pero tampoco había puesto resistencia. Simplemente estábamos aclarando los términos. Aunque en voz de Jungkook, se tornaran ataques directos hacia mí.

Eres una perra, ¿sabes? —Escuché—. Dime, ¿entonces, qué soy yo en todo esto? —Para este punto, Jungkook hacia demasiadas preguntas para las que no tenía respuesta—, ¿sólo el pene en turno?, ¿crees que solo con llamarme yo iré? —No podía darme el derecho de llorar, no frente a él—. Sabes, en verdad me desagrada. Dime, ¿cómo debería actuar en la escuela?

Como pude, tomé una larga bocanada de aire frío que hizo que los pulmones tiraran de mi pecho. Quería responderle, pero simplemente no encontraba que las palabras salieran de mi garganta.

Digo, mis sentimientos por ti no han cambiado desde primer año —Más allá de que aquello sonara como una gran revelación y me hubiera hecho sentir halagada. Es como si fuera una sentencia que Jungkook hizo para mí—. Aún me gustas.

Después de eso, a mis oídos solo llegan los sonidos del mar, de la espuma huyendo traviesa y el viento silbar. Me ensordece una fracción de tiempo, y justo cuando parece que Jungkook ha perdido la paciencia y está a punto de irse, encuentro un pedazo de voz para hablarle.

Yo, en verdad lo siento.

Y aquello es lo último que pasa entre nosotros ese día. No dejo de repetirlo en mi cabeza, y es quizá lo débil que me ví frente a él, lo que me molesta. Lo triste que estaba y lo poco que pude defenderme.

Y es que incluso estando conmigo, pienso en él y la expresión de su rostro. El calor de su cuerpo y sus labios entreabiertos. El sudor en su frente y el vaivén de su cuerpo.

Tengo las mejillas acaloradas y los dedos temblorosos.

—¡Emma, la cena está lista! —me llama mi hermana desde la planta baja de la casa—, ¡no dejes que se enfríe!

Quiero responder, pero la sangre en mis dedos es todo a lo que puedo ponerle atención. Mi ropa interior también está manchada. Quizá ésta sea una de las muchas cosas que conlleva perder la virginidad.

Oye Jungkook —Recuerdo haberlo llamado. Él iba caminando a su casa, con la bicicleta por un lado—, ¿te gustaría tener sexo conmigo?

𝐀 𝐆𝐈𝐑𝐋 𝐎𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐑𝐄 | 𝐉𝐮𝐧𝐠𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora