Capitulo 3

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Al día siguiente, Mew no se levantó por la alarma, sino por la luz que lo cegaba, el sol le estaba dando en su rostro, se le había olvidado cerrar las cortinas la noche anterior, por lo que sin ánimos de volverse a dormir decidió levantarse y prepararse para el día.

Cuando bajo, a pesar de haberse levantado temprano, era el único que quedaba en la casa, sus padres y su hermano ya se habían ido a trabajar, por lo que el personal le sirvió el desayuno y comió solo como todos los días; esa era su rutina él era siempre el último en irse, pues sus padres eran personas muy ocupadas su padre manejaba la empresa de la familia, ellos se dedicaban al negocio de la construcción.

Lo que le hacía pensar, si no se había equivocado de carrera y debió estudiar ingeniería, pero luego recordó que ya eso lo había hecho su hermano y su elección era la correcta, ya que en futuro podía ayudar a manejar la empresa, por su parte, su madre dirigía una fundación de caridad dedicada a los niños con cáncer, la cual siempre la tenía ocupada ya que siempre se necesitaba ayuda.

Termino de desayunar, y se levantó para lavarse los dientes y buscar sus cosas para salir a la universidad, y vivir su castigo diario, cuando llego los pasillos aún estaban un poco vacíos lo cual lo hizo suspirar, estaba a salvo todavía no había escuchado ningún grito llamándolo, ni nadie siguiendo sus pasos.

Entro al salón, pero todavía no había llegado nadie, lo cual hizo que se preguntara si su reloj funcionaba bien; eran las 7:45 de la mañana, definitivamente había llegado quince minutos antes.

Dos minutos después, escucho la puerta abrirse, así que volteo a ver quién era sonriendo cuando vio al pelinegro ingresando, con la cabeza metida en un libro, por lo que no se dio cuenta que el aula no estaba solo y lo paso de largo. Se sentó a dos lugares de distancia de él, muy entretenido con su lectura por lo que se sobresaltó cuando le hablo.

-¿Esta muy interesante el libro que estás leyendo?, ¿que ni siquiera saludaste a tu novio?- le pregunto mientras sonreía -espera un momento ese libro ya lo has leído ¿Qué número de vez es esta?- pregunto con tono juguetón el castaño al percatarse de la portada de lo que estaba leyendo.

-¡Mew me asustaste!- hablo el pelinegro llevando una mano a su corazón, porque la verdad estaba tan entretenido en la lectura, que no se había dado cuenta que había alguien en el salón-Esta es la cuarta vez que lo leo, sabes que se convirtió en mi libro favorito- añadió para luego perderse en la mirada del contrario, hasta que este decidió volver hablar.

-¿Cuándo podremos estar juntos sin escondernos?, ya me estoy cansando de esto- dijo Mew mientras se pasaba la mano por su cara.

-Mew, sabes que no puedo, tengo miedo a las consecuencias, y no solo es mi padre, es por tu prometido ya sabes que me ha amenazado en el pasado.

-Sabes muy bien, porque él es mi prometido, para mi tu eres el único que ocupa ese lugar, allá el que siga en su mundo de fantasía de que algún día nos vamos a casar, en cuanto a tu padre, sabes que no le tengo miedo y yo estaré a tu lado para enfrentar las consecuencias.

Y es que la familia Kanawut era la imagen perfecta de lo que tenía que ser un grupo familiar, un padre viudo y abnegado que no se había vuelto a casar ni a tener una relación por respeto a su esposa fallecida, convirtiéndose en un padre ejemplar que se encargaba de cuidar a sus hijos, para proveerles lo mejor de lo mejor.

Unos hijos bien educados, la envidia de todos por su característica belleza, y los buenos modales que poseían, por lo que su primogénito se declarara gay iba a ser una mancha en la fachada de tan venerable hombre, y es que de cara al público ellos eran la familia perfecta, pero detrás de las puertas de la enorme mansión donde vivían, se ocultaba un hombre sumamente estricto, que exigía demasiado a sus hijos.

NADA ES LO QUE PARECEWhere stories live. Discover now