Capítulo 1

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Primera parte

Los nervios se hacían más fuertes a medida que nos acercábamos a la ciudad donde había crecido. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve ahí. Me acomodé en el asiento individual del camión, mientras que succionaba mi dedo pulgar con la boca rítmicamente para calmarme.

Pensé en mi familia. Los extrañaría mucho durante estos cuatro años, sin duda, pero esto tenía que hacerse; la uni que había escogido no estaba en mi ciudad actual, y no había ninguna otra que manejara la carrera que buscaba. Sólo me quedó venir de vuelta a la gran Ciudad.

En realidad, había corrido con mucha suerte de que pudiera contactar con una vieja compañera de primaria, Lorena, de la cual me enteré que cursaría la misma carrera que yo. Al hablar con ella, me ofreció que viviera con ella y su familia en su casa. Si bien, me dio mucha pena al principio aceptar su oferta, pronto me quedó claro que era la opción más viable, ya que no podría pagar un lugar para vivir aquí. Ni siquiera en los dormitorios de la uni.

Saqué el pulgar de mi boca rápidamente en cuanto llegamos a la central de Camiones. El viaje había acabado. Tras salir del camión y tomar mi equipaje, me dirigí al baño de la central; no necesariamente porque tenía ganas de hacer algo, sino porque ya lo había hecho.

Me metí a uno de los cubículos más apartados y bloqueé la entrada con mis maletas. Suspiré y deslicé mi falda hacia abajo. Tal como lo pensaba, el pañal que traía puesto estaba completamente mojado. A veces me cuestionaba seriamente la cantidad de líquidos que metía a mi cuerpo a la hora de la cena, ya que estas últimas semanas había mojado los pañales de una forma que nunca antes había visto.

-Y qué bueno que no me dio por hacer del dos -pensé, aliviada.

Con mucho trabajo, me quité el pañal mojado y me limpié minuciosamente el área. Va a costar mucho trabajo esconder los pañales en casa de Lorena, tendré que ver cómo me las arreglo. Será inevitable decirle a su madre de mis problemas por las noches, pero me daría algo si Lorena se llegara a enterar. Me subí nuevamente mi larga falda, tiré al botecito el pañal sucio, ya enrollado, y me salí del baño.

La central estaba llena de gente. Realmente me es muy difícil navegar cuando están así de ocupados los lugares, especialmente por mi altura. A pesar de que este año, mi primer año de universidad, cumplí 19, mi altura no pasaba del metro con 38 centímetros. En el pasado me llegaron a confundir más de una vez con una niña de hasta 12 años, por lo que me era muy útil traer mi tarjeta de identificación a todos lados. Eso me había sacado de muchísimos problemas.

Después de caminar un rato, pude ver de entre el mar de gente una cartulina con mi nombre, sostenida por quien imaginaba era la madre de Lorena. Lentes, cabello ondulado y abundante hasta la mitad de la espalda. Conforme me fui acercando a ella, caí en la cuenta de que no era su madre, sino ella.

-¿Damara? ¿Eres tú? -En cuanto me vio, su cara fue de sorpresa y emoción.

-Hola, Lorena -le respondí, un poco apenada.

-Ay, Dios. ¡No has cambiado nada! -Emocionada, corrió a abrazarme. Considerando que la última vez que nos vimos fue en sexto de primaria, no supe qué pensar acerca de su comentario (aunque no podía negarlo).

-B-bueno, quiero decir.... -dijo ella, dándose cuenta de lo que salió de su boca-, te ves mucho más madura, pero la cara no te ha cambiado mucho...

Lorena me guió hasta el estacionamiento, donde tenía su camioneta. Me abrió la cajuela y juntas comenzamos a meter las maletas ahí. Una vez terminando, ella me abrió la puerta del copiloto y entré a la camioneta.

[Hiatus] Cómoda y calientitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora