20 - 💋MARTÍN GARCÍA💋

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Esa misma tarde, regresamos todos al departamento en transporte público. Lo primero que hizo Julieta fue tirarse en el sofá para ver televisión. Yo, en cambio, me preparé una cena muy extraña y luego me uní a Julieta para ver una de esas películas antiguas.

Estaban pasando Star Wars y Andrew amaba esa franquicia. Sin embargo, él estaba ocupado. Tuvimos que levantar mucho el volumen de la tele para evitar oír los gemidos de Sofía en el cuarto conjunto.

—Habíamos acordado de hacer ESO solo cuando no hay nadie en el departamento —gruñó Julieta, colocando sus piernas sobre las mías sin despegar la vista de la pantalla.

—Déjalos, son jóvenes y se están divirtiendo.

—Lo dices como si fueras un viejo, Martín.

Julieta no lo quería aceptar, pero escuchar los gemidos de Sofía y los crecientes jadeos de Andrew la excitaba. ¿Era algo morboso? Sentí el tibio tacto de su mano en mis piernas y ella dejó de ver la pantalla para dirigirme una mirada.

—¿Alguna vez te enseñé mi lista? —dije.

—Nunca. Creí que no te gustaba que...

Le pasé una pequeña libreta que tenía en mi pantalón. Tenía tapa blanda y un cinturón que la rodeaba. Julieta la tomó con curiosidad por conocer su contenido. Le había contado que había escrito esa lista cuando estuve en el hospital luego de mi accidente. Me habían roto las piernas.

—Busca la página 42 y léeme el guion 12.

Ella comenzó a buscar despacio.

—No puedo creer que hayamos hecho lo de la joyería —dijo Julie mientras hojeaba—. ¿Esa estaba en tu lista?

—No entraba en las posibilidades siquiera —contesté—. Sofía supera mi locura por mucho. Quedó más que demostrado esa noche.

La veía mientras pasaba las páginas con creciente curiosidad. Ella deseaba leer todas las páginas y las morbosidades que habrían pasado por mi cabeza en ese momento. ¿Cuántas cosas habría tachado ya de la lista?

«Estallar una granada, plantar un girasol, escribir un libro», leyó en voz baja. «Coger en un supermercado con una extraña», estaba tachada. Así fue como nos conocimos. Fue un extraño día, pero valió la pena. Pasó página tras página hasta que llegó a la 42. Leyó el guion 12 en voz alta.

—Tener una orgía con amigos —repitió Julieta.

—Sé que podría ser incómodo —dije acariciando las piernas de Julieta—, pero creo que ya tenemos la suficiente confianza.

Ella negó con la cabeza con su semblante serio de siempre. Era impresionante la belleza de esa mujer, a pesar de la tristeza que ocultaba tras los ojos.

—No creo que sea el momento adecuado —me dijo.

No era un sí, pero tampoco era un no.

Se movió a un lado y se sentó sobre mí, dando la espalda a la televisión y mirándome a los ojos. Solo hizo un movimiento de cintura y ya estaba sobre mi miembro.

—Pero ya que ellos se divierten —dijo Julieta—, ¿por qué nosotros no? Televisor, muteate —ordenó y la película dejó de oírse.

—He estado esperando por esto toda la tarde —susurré, dando besos en el cuello de Julieta y pasando una mano hasta sus senos, bajo la ropa. Sus pezones se pusieron duros al sentir el contacto con mis dedos.

Ella comenzó a moverse. Su intimidad suplicaba ser frotada, tocada, rozada. Mi pene se puso duro de inmediato. Con mi mano libre, ayudé a Julieta a sacarse el top y sus pechos quedaron al aire. Su piel blanca brillaba gracias a la luz ambiental del techo y sus hermosos senos parecían un dulce irresistible. Los mordisqueé, lamí y chupé uno por uno.

Bajé una mano y la metí dentro de sus pantalones y sus braguitas, para luego empezar a estimularla con suaves masajes. Ella estaba mojada, caliente. Hizo la depilación láser hace tiempo, por eso su piel allí parecía una pista de patinaje, donde mis dedos giraban y formaban círculos en su clítoris.

—Sácame el pantalón —suplicó Julieta, excitada.

Asentí, luego la sujeté con fuerza y la giré, colocándola a ella abajo, sobre el sofá. Le arranqué los pantalones con rapidez y después me quité los míos. Mi miembro estaba ya duro y ella tenía las piernas abiertas. Arremetí contra su cuerpo una y otra vez.

Éramos manos atrevidas, besos con pasión, mordidas lujuriosas, rasguños inesperados, rugidos incesantes. Nuestras lenguas se encontraron, lucharon. Yo dentro de ella y ella sobre mí.

Cuando acabamos, dejamos escapar un suspiro desatisfacción. Nos miramos y sonreímos, tirados en la alfombra. Dormimos allíesa noche.

 Dormimos allíesa noche

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NOTA: ángel eléctrico

Efecto Violeta (Ciencia Ficción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora