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Ambos vehículos se cruzaron en sus caminos, pero Hoseok y Yoongi no hicieron más que darse un pequeño saludo con la mano, como si ya no tuvieran nada que decirse por el resto del día. Evidentemente habían tenido una conversación interesante antes de que despertara.

Recibió al menor frente a los escalones de la veranda, no esperando a que dijera nada antes de apresurarse a ayudarlo con las cosas que había comprado; sabía que no tenía que preocuparse por el dinero de Yoongi, pero hizo una nota mental de devolverle al menos parte del gasto.

Por el volumen de las bolsas era fácil dejarse engañar ante la ilusión de que quizás Min se había pasado un poco a la hora de comprar, pero una vez que estuvieron descargando sus contenidos para guardarlos en la cocina, Jin notó que no eran tantas provisiones como había sospechado. Seguramente tendrían que volver a la tienda en unos días y cuando eso ocurriera, pensó que le preguntaría a Yoongi si acaso podría acompañarlo.

Si esta iba a ser su nueva vida, tenía que empezar a acostumbrarse no solo a la inmensidad del valle, sino que a la gente del pueblo.

Pero volviendo su atención al interior de la cabaña, Seokjin aprovechó la cercanía entre ambos en lo que se movían por la cocina guardando cosas para verdaderamente echarle un vistazo al rostro de Yoongi en busca de ese brillo que Hoseok había visto en él unas horas atrás. Pensó que no sería capaz de encontrarlo, pero estaba tan claramente pintado en cada rincón de sus facciones que hubiera sido menos llamativo si llevaba brillantina encima.

El resplandor no solo estaba en su piel pálida, sino en sus ojos oscuros y en el tirón sutil de la comisura de su boca. El guitarrista estaba peleando porque su alegría permaneciera oculta, sin embargo no lo estaba logrando en lo absoluto; es más, su intento de lucir neutro solo hizo que su gesto risueño resaltara mucho más entre muecas luchando por control. Se veía tan adorable que en otras circunstancias lo hubiera envuelto entre sus brazos para besar cada rincón donde su piel formaba pequeñas arrugas.

Pero no era la circunstancia correcta.

—Oye, Yoongi —llamó el mayor, pretendiendo no notar cómo sus codos se rozaron cerca del lavabo—, ¿vamos a pescar?

El menor no pudo disimular un respingo ni mucho menos el color apoderándose de sus mejillas; ¿lo había interrumpido en medio de algún pensamiento vergonzoso?

Yoongi carraspeó y tras guardar los cereales en la alacena, se volteó con los brazos cruzados, apoyando la cadera contra la mesada. Llevaba puesta una camiseta de mangas cortas blanca con el cuello muy abierto, dejando expuestas sus clavículas y el inicio de sus músculos pectorales. La prenda, a pesar de ser del tamaño justo para no ajustársele, de alguna forma conseguía remarcar cada parte, desde sus brazos hasta su cintura. No era el tipo de imagen que necesitaba en un momento como aquel, pero tampoco se prohibió echarle más de una ojeada.

—¿Vas quejarte de nuevo? —cuestionó Yoongi mirándolo de reojo.

Seokjin arrugó el ceño de forma exageradamente infantil.

—No, no lo haré.

—¿Seguro?

—Lo prometo.

Yoongi buscó en su mirada cualquier señal de engaño, pero al no encontrarla luego de escudriñarlo por unos segundos, se rindió encogiéndose de hombros, tirando de la tela de su camiseta de tal forma que pudo ver perfectamente sus músculos tensarse por una fracción de segundo. ¿Era posible fallecer por culpa de una pieza de ropa?

Una de las manos del menor se acercó entonces, pero tras un titubeo que no fue invisible para ninguno de los dos, terminó cayendo hasta agarrarse a la esquina de la camisa que llevaba en un tirón torpe.

—Iré por mis cosas. Te veo en la orilla.

No se detuvo a pensar dónde había pretendido ponerle la mano antes de dejarla caer, solo para evitar hacerse ideas que no eran y, tras asegurarse de que Yoongi se había perdido en las escaleras, corrió hacia el exterior tan rápido que de ser visto, seguramente le hubiera provocado risas.

Estaba comportándose como un niño, pero estaba emocionado de estar en proximidad al menor por horas, aunque fuera en aburrido silencio o bajo el abrazo del calor.

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La sesión de pesca se desarrolló tal y como se imaginó que lo haría; no hablaron prácticamente nada durante las horas que estuvieron sentados en la canoa, pero al menos no se sentaron de tal forma en la que era imposible mirarse a la cara. En vez de tomar sus posiciones habituales de espalda con espalda, se ubicaron hombro con hombro, pero mirando en direcciones opuestas. No lo habían decidido en voz alta, pero tampoco expresaron ninguna queja.

Ver su perfil sonriente fue más que suficiente para contagiarle su buen humor. Los peces colaboraron en esa ocasión y al final de la tarde, sintió a Yoongi incluso más relajado.

Al caer de la noche cenaron juntos como siempre, sentados en la sala, aunque no tan lejos del otro como en días anteriores. Yoongi se dejó caer en el otro extremo del mismo sofá donde él estaba y aunque tenía muchas preguntas, su miedo de espantarlo fue suficiente para mantenerlo en silencio.

Si podía hacer algo para acortar un poco más la distancia cada vez, haría lo posible para conseguirlo sin importar cuánto tiempo tomara.

No obstante las instrucciones de cómo exactamente lograrlo seguían sin estar claras. El consejo de Hoseok no era suficiente para evitar que diera vueltas en su cama, demasiado consciente de la persona que dormía al otro lado del pasillo y mucho más de la línea minúscula que parecía separarlos ahora.

Si no fuera tan tarde hasta hubiera encendido el teléfono para intentar preguntarle a Hoseok qué podía hacer o cuál era el consejo divino que podía darle. Pero tal y como siempre en la vida, de nuevo estaba solo para tratar de descifrar cuál era el mejor proceder.

Sus vueltas y vueltas lo llevaron a levantarse de la cama para mirar por la ventana hacia el lago o moverse por el espacio reducido de la habitación sin dejar de lanzarle miradas furtivas a la puerta que lo llamaba y tentaba con susurros mudos a hacer una tontería.

¿Qué era abrir la puerta, salir al pasillo y golpear a la suya? Nada, cuestión de un par de pasos que podían significar mucho más que la suma de todos ellos. Significaba una infinidad de posibilidades, el nudo del futuro enredándose y desenredándose con cada pequeño pensamiento que cambiaba su perspectiva o la forma en la que quería abordar el tema.

Pero así como pensó que esos pasos serían sencillos, solo lo eran hasta cierto punto.

No fue consciente del tiempo que pasó parado en el pasillo sin animarse a avanzar hasta su habitación hasta que sus pies descalzos comenzaron a dolerle y, avergonzado y abatido, terminó por dar la vuelta y escurrirse bajo las mantas, jurándose que lo intentaría de nuevo luego.

O al menos de eso quería convencerse. Quizás si lo deseaba lo suficiente y se visualizaba haciéndolo, terminaría por conseguirlo.

Quizás.

➟ the lakes ༄ yoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora