Bombilla.

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Cuando se fundió la bombilla de mi habitación, mi padre la cambió por una de las del pasillo, ya que no había más en casa y era tarde para ir a comprar una nueva.

Al principio, cuando la encendí por primera vez, me extrañe mucho, mi luz siempre había sido blanca, muy luminosa y fría. En cambio esta es amarillenta, de luz suave y muy cálida.

A veces me quedo mirándola, observándola con detenimiento, a ella y a la luz que me da, esa extraña luz que tanto me reconforta...

Cualquiera que me viera pensaría que estoy loca y, sin embargo, me da igual, ya estoy acostumbrada a que me lo llamen por el simple hecho de ver el mundo desde mi punto de vista.

Al observarla, mi mente desconecta, me lleva a mis mundo imaginarios a los que antes era llevada por mi luz blanca. Y me doy cuenta de que esos mundos son distintos.

Los de mi luz blanca eran más realistas, y los de mi luz amarilla son más imaginativos.

Las historias que invento bajo su luz son mejores.

Tal vez sea por la luz, por su color amarillento o por el simple hecho de que sea más cálida que la otra, pero para mí, lo que a una persona normal le puede parecer una simple bombilla sucia, me parece una puerta a un mundo imaginario más bonito que la de mi antigua bombilla.

Un trocito de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora