1

33 0 0
                                    

El sonido del aparato sobre mi mesa de noche me despierta, aún
adormilado extiendo mi mano para lograr apagarlo luego de tres intentos lo
logro, maldita alarma -digo en mis adentros-como deseara quedarme
dormido todo el día, pero tengo cosas más importantes que hacer que
holgazanear, las 5 am, la hora perfecta para recorrer unos cuantos kilómetros,
para relajarme y sacar todo el estrés que me causa ser yo, Oliver Anderson,
además tengo que mantener mi cuerpo, mis abdominales marcados no están ahí
por holgazán.

Tomo mi celular, llamo a David, mi compañero de ejercicio, a él también
le gusta mantenerse en forma aunque algunas veces a regaña dientes, como hoy.
-David, alístate, paso por ti en 10 minutos -digo, apenas descuelga, ya me he levantado de mi cama y busco algo que ponerme en mi armario.
-Oliver... ¿Qué tal si vamos mañana? -su voz ronca y adormilada me decepciona.

-Ya te lo dije, 10 minutos.

Dicho esto cuelgo la llamada, me pongo mi buzo, tenis y una sudadera gris,
David sabe que para mí, 10 minutos son 10 minutos, salgo de mi casa y camino
hasta la casa de David que está a unas cinco casas de la mía, este es un lugar
tranquilo a las afueras del congestionado Nueva York. Amo vivir aquí.

En menos de 10 minutos llego a la casa de David, mi mejor amigo desde
los diez años, su padre solía ser el chofer de mi padre, muy buenos amigos
hasta que el señor Schmitt murió 10 años después, aunque la universidad nos
separó, él estudió finanzas en Yale, mientras yo estudié Administración de
negocios en Harvard, luego de terminar la universidad, le ofrecí el trabajo de
ser el gerente general de mi empresa y debo admitir que no me arrepiento de
esa elección.

David sale con la cara más amargada del mundo, con el ceño fruncido, su cabello rubio alborotado y sus ojos hazel más pequeños de lo normal, su barba desarreglada, me mira mientras pone el gorro de su suéter.

-Te odio maldito Anderson -dice mientras baja los escalones de la puerta principal de su casa -te deseo que algún dia te enamores.
-Mejor mátame, vamos, apresúrate.

Comenzamos a correr, mmm... que lindas chicas, dos jovencitas bien
tonificadas pasan a la par nuestra con una mirada seductora, es imposible no

verlas, sonrío, talvez debería salir con una de ellas, talvez la rubia, o talvez
debería salir con ambas. David también las mira es que es imposible no
verlas.

Mi celular suena, me detengo unos momentos para contestar, mientras David continúa.

-Buenos días -digo, al descolgar.

-¿Oliver? ¿Oliver Anderson? -una voz de mujer se oye de la otra línea. -Si... ¿Quién habla? -contesto vacilando, ni idea de quién pueda ser. -Soy Meredith -dice, con un tono seductor en su voz.
Ahh, esa voz si la recuerdo. Meredith, la de Wall Street.

-Esta noche estaré sola -continúa su voz seductora, yo sé que significa
eso.

-Lo siento, pero tengo que viajar muy temprano a Inglaterra, Melany. -Es Mered

Cuelgo la llamada, la verdad que cuando ya pruebas algo una vez no te
apetece una segunda, mucho más cuando el menú es tan exquisito como todas
sus amigas, sólo recordarlas me hace dibujar una sonrisa de oreja a oreja en
mi rostro.

Regreso a mi casa, me ducho y me visto rápidamente para ir a la empresa,
mi bóxer de Calvin Klein, mis pantalones Armani negro, de hecho, todo mi
guardarropa guarda en su mayoría pantalones, sacos y corbatas de diseñador,
hoy me decido por una corbata gris, la pongo sobre mi adorada cama con
sábanas de terciopelo blancas y como siempre mi camisa blanca mangas
largas abotonada hasta arriba, tengo como 50 camisas blancas de estas, pongo
mi saco y luego termino de acomodar mi corbata perfectamente, me gusta todo
perfecto, hasta mi cabello que con un leve partido al lado derecho me lo peino
perfectamente hacia atrás. Mi rolex que nunca puede faltar en mi muñeca
izquierda, me encamino hacia el comedor.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Sep 20, 2021 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

.Where stories live. Discover now