Cass Black
—Cuentame algo de ella... no lo sé, lo que quieras.
—Bueno. Es que no recuerdo mucho, era muy pequeña y... sí...-
—Cuando piensas en ella, ¿qué es lo primero que recuerdas?
—¿Con honestidad?—, miró al moreno a su lado, quien picoteaba con una cuchara un pedazo de pastel de chocolate. Él asintió—. Lo primero que viene a mi mente es el día de su muerte. Cuando uno de los líderes de Osadía le disparó justo aquí—, tocó su entrecejo—, y luego cayó en el césped, muerta.
—Me refería a algo bonito, pecas. No seas deprimente, niña, arruinas el punto de desayunar con un gran trozo de pastel de chocolate. Cuéntame algo bonito
—Bien.
Rebuscó en su mente algo. Algo bueno de su infancia, algo bonito. Algo que le recordara a su madre.
—Bueno, ella sabía de botánica y jardinería. Conocía muchos tipos de flores, sabes. Y me enseñó tan bien que te podría nombrar ahora mismo tres tipos de plantas venenosas...-
—A ver... ilústrame—, la retó.
—Belladona, acónito y regaliz americano. No me retes, Iniciado, sabes que te patearé el trasero.
—Bien, bien. Te creo...
Se sumieron en silencio durante unos segundos, hasta que nuevamente ella habló.
—Valentine—, murmuró ella. Él la miró, esperando que siguiera hablando—. Dicentra spectabilis, o Valentine. Es una flor. Recuerdo que ella tenía un pequeño huerto en casa, pero era solo de flores, de pétalos de colores, rojas, rosadas, amarillas, azules. Y entre ellas estaba esa. Dicentra Spectabilis. Estábamos simplemente hablando, realmente hablaba ella, y yo sólo la escuchaba. Y...—, tomó una buena bocanada de aire, llenándose de valor. Con una de sus manos gesticuló como si sostuviera entre sus dedos el tallo de una flor—, me dijo el nombre de la planta. Me miró a los ojos y la puso detrás de mi oreja. Le pregunté el por qué, era muy pequeña, no entendía realmente la razón de sus palabras. Me dijo: "tiene forma de corazón. Con esta flor no solo te obsequio su belleza, sino también mi corazón, hija". O algo así...
Uriah miró a su amiga con dulzura. Porque simplemente era una persona muy pura, era una persona que no merecía todo lo que le había pasado en la vida, sin embargo, había sido eso mismo lo que la había forjado.
—¿Y por eso escogiste ese nombre? ¿"Valentine"?
—Sí. Yo amaba mucho a mi madre, la extraño, a diario, de hecho. Aquí entre tu y yo, el día que hubo pastel de chocolate, durante la Iniciación...- ¿lo recuerdas, verdad?
—Claro. Tenías una cara de cordero degollado que daban ganas de echarse a llorar.
—Sí... bueno, ese día mi madre, de haber estado viva, habría cumplido años. Ella era de esta facción, y se había transferido a Cordialidad.
Uriah quedó mudo.
—Y, bueno, sí, conoció a mi padre y todo eso...-
—Pero... tu padre...—, dejó la frase al aire no queriendo terminarla o simplemente no sabiendo cómo.
—Él la amaba. Creo. O eso veía yo. Cuando Cass murió, Adam estaba devastado—, empezó a contar a la vez que jugueteaba con uno de los cordones de la sudadera que estaba usando—. Estaba molesto. Molesto por no haber podido salvar al amor de su vida. Molesto conmigo, por no haber salvado al amor de su vida...- a mi madre.
—Pero eras una niña... no podías hacer mucho.
—Ya... pero, a veces siento que sí pude haber hecho algo. Pude gritar, buscar ayuda, distraerlos. Lo que fuera...-
—Pecas, si no te molesta que te pregunte—, jamás vio a un Uriah tan serio, tan educado, tan formal—. ¿Tu sabes por qué la mataron? Si no quieres decirme, no hay problema, sé que es un tema sensible y...-
—No. No es nada. Fue hace años—, dijo tomando un sorbo de su vaso de agua—. Mi madre venía de fuera de la Valla, y era, bueno, lo que la gente del futuro denominaba como Pura, pero que aquí la denominamos como divergente. Solo sé que la mataron por eso.
—¿Tu...? ¿Tu, ya sabes, lo viste? ¿Viste cómo la mataban?—, preguntó el moreno con precaución, como avanzando en terreno peligroso.
—Sí—, dijo ella como si no fuera la gran cosa—. Recuerdo que Adam me había pedido buscarla, ya que era de noche y no había rastro de ella, él se preocupó. Así que fui al bosque, creyendo que tal vez estaría allí, y efectivamente, allí estaba. Escuché murmullos, eran voces fuertes, eran hombres, luego escuché la voz de mi madre. Y corrí hacia allí, hacia ella. En los bosques de Cordialidad hay varios claros, algunos bastante escondidos, otros rodeados de arbustos. Y este era uno de esos. Pasé entre los arbustos, lo recuerdo bien. Y no alcancé ni siquiera a ver bien la escena, cuando sonó un disparo...-
"La pequeña Valentine ante el sonido ensordecedor se aovilló en el suelo, cubriendo con sus manitas sus orejas. Cerró los ojos con fuerza, de mero terror.
—Llevénsela de aquí—, escuchó una voz fuerte y rasposa, que en ese entonces no conocía, pero que años después, al entrar en Osadía reconoció como la voz de Max.
Luego un mano áspera y fuerte la forzó a levantarse del suelo de un solo tirón. Y fue arrastrada lejos de aquella escena.
Pero Cass Black no había muerto en ese momento solo porque ese era el instante planeado. Cass Black había recibido una bala justo en el entrecejo por culpa de un soldado Osado bastante ansioso, con dedos temblorosos -que, al haber escuchado una pequeña ramita romperse a sus espaldas, sin saber que se trataba de la pequeña Valentine Reds, había apretado el gatillo.
Y la realmente pequeña Valentine, de alguna forma u otra lo sabía. A su corta edad, ya estaba segura de que si no hubiera cruzado ese muro de arbustos, aquel soldado no habría disparado.
Aquella pequeña Valentine sentía la culpa sobre sus hombros.
La joven Valentine sentía que había matado a su madre."
—¿Y tu padre, cómo se lo tomó?
—Mal, naturalmente. Él decía que era mi culpa. Y por ello me golpeaba. Años y años de golpes. ¿Sabes? Nunca pensé que llegaría viva siquiera a la Prueba de aptitud.
—Y mírate, toda una Osada. Con esposo e hijos.
—Oh, cállate.
—¡No te atrevas a negarlo!
—¿Negar qué?—, él.
—¡Nada! Uriah que solo dice estupideces—, negó con rapidez a la vez que pateaba por debajo de la mesa a su moreno amigo.
—¡Hey! Me parece una completa falta de respeto. Y más hacia ti. Te está negando, Cuatro, dijo que no tenía esposo—, se quejó justo como un niño pequeño, señalando a su amiga a la vez que miraba al nombrado.
—¡Porque no estamos casados!
—Todavía—, Tobias le guiñó el ojo a Uriah en una señal de complicidad.
Él se sentó junto a su amada Valentine, pasando un brazo por su espalda, mientras que con su otra mano le empujaba sobre la mesa una bandeja con comida a la pecosa.
—Gracias.
—No había crema batida, pero pude conseguir algo de miel...
—¿Eso es helado?—, Uriah miró el pequeño vasito con dos preciosas, frías y deliciosas bolas de helado de vainilla, su amiga asintió.
Valentine tomó una papa frita, metió esta en el vasito del helado, empapando la misma tanto de helado como de miel. Luego la llevó a su boca y se la comió de un bocado.
—Dios santo, qué asquerosa. Tienes antojos muy raros, pecas. Un día de estos vas a comer... yo qué sé...- habichuelas y para beber, un vaso de café...-
—Suena bien—, murmuró la castaña, comiendo otra papa bañada en helado.
—Dios mío, ¡eso es un crimen!
—Crimen es comer eso—, señaló el plato de Uriah, viendo que todavía había pastel de chocolate.
—¡¿Qué?! ¡Retráctate! El pastel de chocolate de Osadía es lo mejor que le pudo suceder a esta facción, obvio, después de mí...
—Uy, sí. Obvio—, rodó los ojos, comiendo otra papa y dándole a Tobias una directamente en la boca.
Uriah observó la escena, entre enternecido y asqueado. ¡¿Quién demonios podía comer papas fritas bañadas en helado y miel?! Pero, a la vez ¡¿por qué demonios Cuatro comía de esa abominación como si fuese un bebé?!
—Dios, son tan tiernos—, ambos miraron al moreno como si hubiese sido un cumplido—. Me dan asco—, finalizó.
Valentine le sacó la lengua a su amigo, justo como lo haría una persona completamente madura.
—Cambiando de tema... ¿me das un poquito?—, preguntó a la vez que estiraba su cuchara hacia el vasito con helado.
—No—, manoteó a su amigo quien la miró casi con indignación—. Aleja esa porquería mi y de mi helado. No vas a contaminar mi vainilla congelada con tu chocolate horneado.
Pero es que desde los inicios de su embarazo, los antojos eran algo de lo que Tobias se encargaba, y, por supuesto, consentía. Cosas como papas fritas y helado de vainilla, barras de chocolate con salsa de tomate, jugo de zanahoria endulzado con esencia de vainilla, -y así como había dicho Uriah, hubo una vez que le pidió habichuelas y una taza de café. Eran algo extraños...
Y, bueno, también las náuseas. Los olores eran algo que Valentine no soportaba. El olor a la Sala de entrenamiento, el olor de las hamburguesas y el olor del pastel de chocolate de Osadía -y mucho menos el sabor.
—¡Contaminar! Pero si eres tu la que está bañando sus papas fritas ahí.
—Entonces ve por tu propio helado, no te dejaré arruinar el mío.
—¡Pero ni siquiera sabía que...-! ¡Cuatro!—, se interrumpió a sí mismo en pleno grito. El ojiazul miró al moreno—. ¿Cómo conseguiste el helado?
—Tengo algo de poder...-
—No es cierto—, interrumpió ella al instante, no aguantando la risa—. Zeke conoce a alguien en la cocina, entonces le da el helado que quiera a cambio de que él lo cubra en los turnos nocturnos—, explicó con simpleza. Y antes de que Tobias pudiera alegar, metió una papa en su boca, para que no pudiera pronunciar palabra alguna pues estaría ocupado masticando—. ¡Utiliza al pobre de Zeke!
Dramatizó, comiendo otra papa frita.
—¿Pobre de Zeke? ¡Ja! ¡pobre de mi! Voy a tener una conversación sobre helado y favores con ese bastardo. No me esperen despiertos, tortolitos.
Y sin más, Uriah llevó un último trozo de pastel a su boca y se retiró de la Cafetería. Miró a Tobias y él a ella.
Él se estiró sobre la mesa, hasta alcanzar el plato abandonado de Uriah, donde todavía había más de media rebanada de pastel de chocolate. Se encogió de hombros y empezó a comer.
—No me vas a besar hasta que te cepilles los dientes—, sentenció, apuntándolo con una papa bañada en helado.
Tobias rodó los ojos con una sonrisa en sus labios.
-V