Mis padres me habían repetido cientos de veces que no debía entrar en el bosque, pero yo ignorando sus reglas estaba paseando tranquila. No entiendo porque me prohibieron venir, es muy verde y bonito.
Bebí agua de un riachuelo.
Me senté y observé el paisaje que me rodeaba.
Un crujido cerca de mí me llamó la atención y vi a una mujer horrible mientras era perseguida por un chico y una chica.
¡La mujer era una bruja!
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Me di cuenta cuando vi que se subía a una escoba y emprendía el vuelo.
Ya se había ido, sin embargo note una mano atrapar mi muñeca y vi a la bruja que trataba de llevarme con ella y grite a los otros dos para alarmarlos.
Pero un golpe dado por la bruja me hizo desmayarme. . . . . . Abrí los ojos lentamente, estaba en una celda con otros niños.
-¿Donde estamos?-pregunte asustada.
-En la casa de la bruja Herbosa y somos sus prisioneros-me respondió triste
-Que quieren de nosotros-
-Matarnos para algo- Ahí palideci de golpe. Una bruja se acercó y nos tiro algo que atrapé al vuelo.
Un trozo de pan mohoso.
-Comed pequeñas bestias, ¡COMED!-nos grito la bruja.
Asustada obedecí.
-Tu te vienes conmigo-esta cogió al niño bruscamente y este empezó a lloriquear.
-Ey tranquilo, todo estará bien-trate de calmarle y la bruja al oír mis palabras soltó una carcajada.
-Si, solo no vas a volver a tus padres pero tranquilo pronto estarás en otro mundo-dijo malévola.
Se lo llevó y se hizo un silencio sepulcral.
Me quedé observando a otros dos chicos que estaban a mi lado.
-Quiero a mi mama-se lamento uno. -Si solo hubiera hecho caso a mis padres-murmure intranquila.
Así pasaron unos días, que se convirtieron en semanas, y las semanas en meses.
Mis compañeros de celda iban desapareciendo conforme pasaba el tiempo.
-Eh, tu niña-la bruja me saco bruscamente de mi celda.
-¿Desea algo, señora bruja?- dije asustada.
Esta me miro con desprecio.
-Mocosa, quiero que cortes la leña, enciendas el horno, saques brillo a mi colección de cuchillos y barre mi casa, y si lo haces bien, con suerte no acabarás en mi comida-
Asentí vigorosamente y esta se fue con su escoba.
Me dediqué a hacer las tareas que me había ordenado rápidamente.
Una vez termine me quedé sentada en el suelo esperando a su regreso.
-Bien hecho mocosa, eres más espabilada que los idiotas de tus amiguitos-me cogió por el cuello y me volvió a encerrar en la celda y me lanzo un pedazo de pan.
Así transcurrió unas dos semanas, yo haciendo sus quehaceres y ella alimentándome a regañadientes.
Estaba haciendo los deberes de limpieza cuando la puerta estalló, vi a otra bruja y me acerque lentamente.
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-Hola pequeña, no tengas miedo, he venido a ver a tu ama, continua tus deberes mocosa-dijo suavemente. Su voz era tranquila.
Con duda continúe barriendo hasta que Herbosa volvió.
-Mi señora Muriel, que hace aqui-dijo sorprendida nada más verla.
-He venido...de... visita-dijo sin inmutarse.
-Largo de aquí mugrosa- Herbosa me empujó haciéndome caer al suelo. Vi que me había hecho una herida.
Rápidamente me levanté y me iba a marchar a la celda.
-Espera-la voz de Muriel me hizo detenerme y la mire directamente a los ojos.
Ignorando a la otra bruja se acercó a mí lentamente.
-¿Como te llamas, criatura?-lo dijo suavemente.
-¿Que importa cómo se llame?- quiso saber la bruja a la que la otra ni la miro.
-Me...me llamo Micaela-esta asintió.
-Me la llevo-dijo a la otra bruja que se quedó atónita.
-Pero...-quiso protestar.
-¿Tienes más prisioneros?-
-Unos siete mas-
-Perfecto, quédate con ellos, yo me llevo a esta-me miro y miré a la bruja a la que había estado sirviendo.
