- Eres un bebé -me jala.- Deja de llorar y demuestra que eres un niño fuerte -me suelta y me pega un codazo. - Pero... -me mira amenazante, trago en seco- me da miedo -cierro los ojos y siento unos brazos a mi alrededor, apretándome ligeramente. - Estarás bien, bebito -me susurró al oído y me dejo ahí, agachado y pensativo. Esa niña nunca la había visto en mi vida, hasta hoy que me caí de las gradas y me puse a llorar. Y sí, lo sé, llorar por caerse de las gradas es tonto, pero no puedo regresar el tiempo, además, no me arrepiento, ya que si no, no la hubiera conocido y si se preguntan si la fui a buscar, pues no... Hasta que llega a mi casa y la veo con una señora, las dos sentadas en los sillones y yo en boxer. Que día tan espléndido.