Era una de esas tardes de calor que a Tibe no divertían. No se podía jugar, ni salir al sol, ni nada. Sólo tirarse frente al ventilador y eso la aburría horrores. Su abuela le preguntó si quería que leyeran un cuento, y juntas eligieron un libro que tenía todas las historias de los hermanos Grimm. Empezaron con "La princesa y el guisante". Tibe y su abuela leyeron la apasionante historia de la chica que podía detectar un minúsculo poroto bajo una pila de colchones y se rieron mucho pensando ¿Cómo habría hecho la Reina para poner las sábanas luego de armar semejante montaña?...