Mi profesionalidad se la debía a aquel viejo y sabio profesor que conocí hace ya unos cuantos años atrás en mi escuela de actuación, recuerdo exactamente el momento en el que se hincó enfrente de mi y repitió lo siguiente: "Tienes que lograr comprender los sentimientos de tu personaje para hacerle creer a la audiencia que realmente es lo que estás sintiendo y así conseguir trasmitirle las emociones que el libreto te indica, pero JAMÁS llegues al punto de creértelo tú misma cuando las luces y cámaras se apaguen." Esas palabras retumbaban en mi cabeza desde entonces y en cada proyecto siempre las tenía presentes, eran como mi ancla para tener mi objetivo muy en claro y no mezclar mi trabajo con mi vida personal. Lo que no sabía era que entre todas las personas en el mundo solo habría una que podría llegar con tanta facilidad a romper aquella cadena que me mantenía unida al ancla. Y aunque el destino me juntó con aquel chico, el mismo destino también estaba aferrado a vernos fracasar juntos y solo vernos triunfar por separado.