Llevo horas recordando el momento en que lo vi cruzar por primera vez el umbral de la puerta. Sucesos así de simples cambian a veces el rumbo de mil historias. Son las seis y veinticuatro de un día domingo, parece que ha pasado tanto desde entonces. La brisa del mar me golpea suavemente la cara, puedo saborear la sal en ella. Me desperté a tomar un café y me quedé pensando; en vista de que la historia sería más confusa si no la contara desde el momento en que lo vi, tendré que proceder a narrarla de esa manera.