¿Conocéis la historia de Caperucita Roja? Una niña que iba a visitar a su pobre abuelita enferma y se topaba con un lobo feroz.
Pues esta no es esa historia. Ni yo soy Caperucita, ni él es el lobo feroz. O al menos, no siempre... Al menos, no aún...
Durante años, el pueblo de Blackwolf, fue asolado por una manada de lobos negros, que arrasaban el lugar durante la luna llena: comiéndose el ganado, destrozando el pueblo, e hiriendo a su gente. Esto fue así durante mucho tiempo. Los aldeanos preparaban las armas y se encerraban en sus casas durante la luna llena, temerosos de la visita de los lobos.
Hasta que un día, los ataques disminuyeron. Lo que antes era una acometida en manada, pasó a ser la visita de un par de lobos durante la luna llena. El pueblo no entendía qué había pasado, pero no se molestarían en averiguarlo.
Lo que todos ignoraban, era que aquel joven «ermitaño» (como lo llamaban ellos), que vivía solo en el bosque al que tanto temían, era el héroe escondido al que debían su vida.
Solo una persona sabía esto, un chico de diecinueve años, que andaba siempre por las calles con una caperuza roja sobre su cabeza.
Todos los días, lo visitaba...
Todos los días, su caperuza caía a los pies de aquel chico...
Todos los días, sentía el aliento del joven en el rostro, y el tacto de sus manos sobre su piel...
Todos los días, en el pueblo se escuchaban mil historias, horribles relatos y leyendas sobre los lobos que asolaban el bosque.
Y todos los días, aquel chico de la caperuza roja (que menos no podía importar al pueblo), gozaba del contacto de los labios del lobo contra los suyos.
Porque aquel ermitaño que despreciaban, no solo era el héroe que los mantenía con vida, sino un lobo que huía de su pasado, y que terminaría arrastrando al chico de la caperuza roja, a un mundo en el que ninguno sabía que ya estaba involucrado.
Cuarta trilogía de Los retellings de Nora.
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