Prólogo

168 26 21
                                    

Rory era un niño solitario, de corazón noble y puro. Solía ser tímido con la gente e incluso algo introvertido a veces. No era fuerte, aunque sí listo. Su piel era clara, sus ojos marrones, su cabello castaño y su cuerpo pequeño y delgado. Demasiado débil según muchos, pero en lo importante, Rory era el más grande, pues su bondad superaba por mucho a la de todo el pueblo. Lástima que nadie parecía saber apreciarlo en un lugar asolado por las sombras.

Rory vivía en una casita en el pueblo de Blackwolf, junto a sus padres y su hermano mayor. No se entendía con ninguno de ellos, pero su madre siempre trató de hacerlo sentir bien, aunque erraba en muchos de sus intentos. La única persona en todo el pueblo que sacaba el lado más alegre y soñador del chico, era su abuela. Una anciana que vivía en una casa en el bosque, y que siempre vestía con una peculiar caperuza roja. Rory solía ir a visitarla siempre que podía, en ocasiones incluso se escapaba para poder hacerlo.

La anciana le relataba a Rory historias increíbles, leyendas, que llenaban de alegría su corazón y de magia su alma.

—La profecía decía que un siglo después de la muerte del último mago, nacería el primer brujo. Y este podría sembrar el caos o traer el orden a nuestro mundo —le contó una tarde—. La nueva era comenzaría con su llegada y una nueva magia surgiría.

Rory se encontraba sentado sobre su regazo, acomodados en el suelo, encima de la alfombra, mientras contemplaban los adornos de cristal que había colgados del techo, reflejando la luz de las velas.

—¿La magia existe, abuelita? —preguntó el pequeño con inocencia.

—¿Tú crees que existe?

—Mi hermano dice que solo existen los monstruos y que tienen más de una cara.

La anciana sintió lástima por sus palabras.

—Por desgracia, así es. Los monstruos abundan más que la magia. Pero eso no quiere decir que no la haya.

—No entiendo.

—Piensa que la magia está en los sentimientos, y estos no siempre son malos o buenos. Aquello que creamos, sentimos, vivimos, es magia. Tardamos en verla o en comprender para qué sirve, pero está ahí... siempre está.

—Como las sombras... —Rory se encogió al observar la ventana y comprobar que se estaba haciendo de noche.

La anciana lo reconfortó con un fuerte abrazo.

—Las sombras nos rodean, pero la luz es algo que debes encontrar con el tiempo. Cuando pierdes la fe, ya todo son sombras.

—¿Tú tienes una luz?

La anciana sonrió.

—Tú eres mi luz. Y tu madre y tu hermano, aunque las sombras los estén consumiendo a ambos.

—Yo no quiero que las sombras se los lleven.

La anciana lo abrazó con fuerza.

—Entonces no dejes de ser una luz. Lucha y encuentra aquello que te ayude a resistir. Recuerda que a veces huir no es ser cobarde sino inteligente. —Rory no dijo nada más, pero pareció quedarse pensativo—. Vamos, te llevo a casa, cariño.

Caminaron por el bosque, tomados de la mano, mientras la anciana sujetaba con la otra una cestita de mimbre. Le hablaba al niño tratando de distraerlo de la noche que iba recubriendo el bosque. Antes de que las sombras invadieran el lugar, llegaron a la casa del pequeño.

—Quédate —le suplicó Rory al escuchar gritos en el interior.

—No puedo. Pero nos veremos otro día, ¿vale?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 02, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El lobo y la caperuza roja [LRDN #4] (Próximamente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora