Sentirse miserables era un sentimiento espantoso, similares a la sombría frialdad a donde te empujaban al final del día, en donde el único delirio para su confort, era herirse. Pues los habían roto desde hace mucho tiempo. Aun así, la pequeña esperanza en que hubieran mejores personas no desvanecía, nunca lo hizo. Esta larga historia tiene un principio, mas no un final, igual que la noche al oscurecer. Nunca esperaron a ser antorchas de esperanza para aquellas personas que querían proteger, y finalmente lo fueron, arrastrándose en la oscuridad con huesos rotos y cubiertos de sangre. Solo querían protegerlos a todos los que se merecieran. Y destruir a aquellos que no. No hay parejas.