𝓗𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪𝓼

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Estamos tan deprisa que nunca tenemos la oportunidad de mirar a nuestro alrededor. El resultado de la superficialidad, de la ignorancia, una monotonía que nos deja preguntando, mientras las personas caminan ansiosas en una ciudad de llano, el frio matiz de una idealizada sociedad, hasta que ya se haya ido.

Resplendores dorados, fuerte viento, mitad de un frívolo invierno, cielo primaveral. Tan normal, tan cotidiano ¿Quien podria imaginarse que una tragedia sucedería esa vez?

Un rugido, en medio de la plaza de Tokio mas concurrida del país, obligo a detener el tiempo por completo, cada ruido, cada movimiento, hasta que se volvió aterrador, cuando la piel de las personas cual gallina se pego, cuando escucharon su corazón detenerse.

Pero rápidamente el sollozo a la distancia se escuchaba como olas de personas huyendo a su espalda, sin importarles quienes caían y pisaban sin misericordia, cegados por el terror que los consumía cuando escucharon un auto alzarse al aire, tentáculos de espinas verdes asomándose por encima suyo cargando esos pesados vehículos de acero.

No tardaron en escuchar las sirenas atravesándose por las calles junto a un resplandor rojo a su lado, como un cañón de fuego que se abalanzaba hacia aquella bestia. Sin temerle, las personas rápidamente abandonaron el lugar y con la cola entre las patas se ocultaron tras los policías rodeando a aquel hombre de ojos eternamente rojizos y brillantes, cubriéndose por una capa musgosa y espinosa por todo su cuerpo.

Y aun así, aquella ansias y terror que se instalaba no desvanecía cuando miraba hacia todas direcciones, reluciendo sus dientes filosos de acero babeando por la carne a su alrededor, por bajos intentos. Pero eso no lo entendían, poco sabían. Incluso cuando aquella llamarada se detuvo, mostrando así entre llamas carmín a un hombre de gran complexión, de cabello rojo cual fuego y propia barba de este, con una cicatriz a su lado derecho, y unos profundos ojos azul eléctrico. Su rostro estoico no mostraba tranquilidad, un héroe, es el segundo héroe, Endeavor, haciéndose paso para estar frente a las autoridades.

—Manténganse alejados— Incluso su voz intimidante obligo a los policías retroceder unos pasos, sin siquiera dirigirles la mirada, chasquearon la lengua con molestia, en contradicción.

Uno de los tantos héroes que mentían.

Extendió su brazo, aquel miserable héroe escuchando los gruñidos del salvaje hombre. Y poco lo pensó, cuando escarchara furiosa de rojo se extendió por su brazo hasta extinguir toda malicia, sin un destello en sus ojos. Quemar, destruir, ganar.

El fuego se extendía rápidamente hacia dirección de los carmines ojos del hombre, que por un instante aprecio el horror de ese calor que lo pulverizaría. Pero un golpe, un chico atravesó ese fuego y empujo al hombre de lado con todas su fuerzas, sin ningún tipo de temor a sus amenazantes llamas.

El tiempo se congelo para admirar a aquella persona, únicamente notando ojos verdes tras plástico caliente, lagrimeando el dolor que el fuego le habia alcanzado. Cayendo sobre el suelo soltando al villano, tomado su propio hombro, testigo del peligro del fuego.

A este chico poco le importo, tomo su hombro, en donde una quemadura bastante grave se extendía, y se incorporo para verlo a la cara, notaba esos ojos, un brillo que le hacia combate, que se plantaba frente a el. Y no pudo evitar cerrar sus puños con fuerza al sentir la incandescente virtud de Touya en ese chico.

Pero ese percance, oculto cuando otras dos personas saltaron de la oscuridad, uno en especial, que al instante se puso frente al ojiverde y extendió la palma de su mano. Una, dos chispas azul eléctrico le motivo para dar un paso atrás cuando ese niño, de la palma de su mano un torrente de fuego zafiro lo helo para que retrocediera, no mas que atacarlo, creando una barrera entre aquel grupo.

Los Héroes No ExistenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora