El escenario estaba envuelto en sombras. Solo un rayo de luz, cortando la oscuridad, revelaba a Lía, una bailarina de 23 años, en posición inicial. A pesar de su postura elegante, su mirada denotaba incertidumbre. La coreografía en su mente parecía un rompecabezas complicado, y las voces de la duda resonaban, ensordeciendo la música de su corazón.