A Matías nadie le llamó especialmente la atención el primer par de meses, cuando se estaban conociendo y nadie destacaba, pero a medida que fueron relajándose, tomando confianza y emerger las reales personalidades, se preguntó porque él seguía siendo el mismo, formal y serio, discreto, actuando siempre maduro y caballeroso aún casi sólo entre hombres, pareciendo ser el típico soft boy, sin entender qué ganaba con ello en esa situación. No parecía estar interesado especialmente en hacer amigos, a pesar de que a todos los trataba tan encantador y amablemente, la mayor parte de su tiempo libre prefería estar sumergido en el estudio de su libreto, en la pintura, en la música... ¿quién usaba un reproductor de CD portátil en estos tiempos?, le fastidiaba que quisiera aparentar ser tan único y diferente, le fastidiaba tanto que comenzó a prestarle atención a tal punto que se grabaron en su mente sus ademanes, el color de sus ojos, la melodía de su risa, la posición de los lunares de su cuello, la forma de sus cejas, el estilo de su ropa y los hoyuelos de sus mejillas al sonreír