Hay un dicho popular inglés que dice "What are little girls made of? Sugar, spice and everything nice. That's what little girls are made of." Katherine nunca oyó de ese refrán hasta que cumplió diez años y su padre ordenó que la sacasen de Baviera y la llevasen a Inglaterra. Allí, enfundada en vestidos de seda rosa, con tacones graciosos y bonitos peinados, lo oyó por primera vez. Grabó a fuego en su memoria esas palabras y forjó una armadura con ellas. Más nunca formaron parte de quién era ella. Katherine estaba hecha de voltas, sangre, acero y todo lo retorcido de la sociedad más conocida de la historia. (Esta historia está inspirada por uno de mis personajes históricos predilectos y al que tengo un gran cariño, Elisabeth Wittelsbach, Emperatriz de Austria.)
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