Guillermo Valera Salazar

"Sabes, Guillermo, deberías ser escritor", dijo mi profesora de Castellano, Omaira Martínez.
Y desde entonces hice lo posible por darle la razón.
Desde los quince años leí, escribí, corregí, traté de aprender de mis maestros y conseguir ese algo especial que tiene aquella casta distante de los que se hacen llamar escritores. Fallé demasiadas veces y destruí mis borradores y los repudié y los perdí. Y volví a empezar.
Ya no podía ser de otra forma.
Cuentan que una vez un escorpión quiso cruzar un rio, así que le pidió ayuda a una rana que pasaba por allí.
La rana le contestó: "Puedes picarme con tu aguijón en medio del agua".
Entonces el escorpión le dijo: "SI lo hago ambos nos ahogaremos".
A pesar de sus dudas, la rana llevó al escorpión en su lomo y se metió en el rio.
Entonces la rana quedó paralizada: el escorpión le envenenó.
Y mientras ambos se hundían, este dijo:
"No pude evitarlo, está en mi naturaleza".
Así que seguí escribiendo, a pesar de Venezuela, a pesar de ser uno más de los miles de migrantes que llegaron a Chile con poco más que los pedazos de vida que pudieron meter en una maleta. A pesar de no saber nada, de no ser bueno ni de tener idea de cómo conseguir algo más que llenar cuadernos viejos.
Porque todavía puedo escuchar a la profe Omaira decir que debo ser escritor. Me veo a mi mismo hace diez años, con nada más que la intuición de que así deberían ser las cosas, y al Guillermo de ahora, con las cicatrices de una década empecinado en seguir esa intuición.
Para eso es esta página: para compartir aquello que aprendí de escribir. Para ti, que eres como yo, que te dijeron que debías escribir y ya no puedes ser de otra forma.