Por un momento, no dijo nada. Solo lo admiró. Se quedó atrapada en la forma en que su mirada recorría su rostro con tanta devoción, en cómo sus labios se curvaban en una sonrisa dulce y en ese gesto juguetón cuando mordió su labio inferior. Tomó su rostro con suavidad, acariciando su mejilla con el pulgar mientras sus ojos exploraban cada detalle de él, desde sus pestañas hasta la forma en que sus labios parecían estar hechos para besarla.
⎯ Tus besos… ⎯ murmuró, con una sonrisa entre tímida y traviesa. ⎯ Me hacen sentir como si flotara, como si todo a mi alrededor desapareciera y solo existiéramos tú y yo. ⎯ Se mordió el labio con un leve rubor en sus mejillas, pero no apartó la mirada. ⎯ Si pudiera, te besaría en cada amanecer, en cada atardecer, en cada momento en el que mi corazón me lo pida… Y eso es todo el tiempo. ⎯ Su voz tembló ligeramente, pero no de miedo, sino de emoción. Sentía cómo la mano de Naveen acariciaba la suya, cálida, segura, y sintió que no había lugar en el mundo donde prefiriera estar más que en ese instante, con él.