Hoy pasó una de las cosas que jamás esperé que pasara.
Mi madre busca verle el lado positivo, mientras yo sé que no es un suceso que ocurre y ya.
Murió Blanca, mi perra. Tenía ocho años en la casa y recuerdo exactamente el día en el que llegó. Era un catorce de junio, día sábado tal como hoy.
La atropelló un auto y estaba embarazada. Recuerdo que siempre frecuentaba la casa y le dábamos comida y agua: tendría al menos catorce años en ese entonces, por desición unánime mi hermana y yo le hicimos una llorantina a mi madre y mi madre posteriormente lo hizo con papá. La llevamos al veterinario, le hicieron un eco y el doc dice que los cachorros permanecían sanos, pero que si la sometimos a cirugía (ya que se le partió la pata) los cachorros no vivirían.
Con la tristeza de nuestros corazones decidimos lo más difícil de ese entonces, la sometimos a cirugía. Gracias al cielo, a Dios, al Universo ella sobrevivió y los cachorros también lo hicieron a pesar de la medicación. Un mes después nacieron y Blanca se quedó en la casa definitivamente.
Durante todos estos años nos brindó amor y apoyo incondicional, fue valiente y una excelente compañera, nos dió alegría y espero que nosotros también le diéramos todo eso que ella nos ofreció.
Deseo desde lo más profundo de mi corazón que a pesar de lo que sufrió en los últimos días, se haya ido consciente de lo mucho que la amaba y mi madre también. Donde quiera que ella esté, y sé que será en el cielo, espero que esté saltando y comiendo feliz porque ella adoraba hacerlo.
Blanca, te extrañaré toda la vida. Te amo.