Jakob (H)

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Mientras me miraba al espejo me inundaron sentimientos de plena satisfacción, sentí hasta un hormigueo en la barriga. ¿Sería por el agotamiento, o sería por el maravilloso tiempo vivido hasta ahora? No lo sé. Así que la última imagen, después de ver los arañazos, mi pelo bien peinado, mi poco maquillaje y los chupetones en varias partes del cuerpo, fue una sonrisa pícara. Una sonrisa que solo él podía hacer aparecer.

Me volví a arreglar el vestido de cuello alto y salí del baño.

—Tus padres me han dicho que ya te vas a vivir sola —preguntó/afirmó la señora que tenía frente a mí. Sonreí abiertamente.

—Sí, un piso para mí sola fuera de esta ciudad. Estaré más cerca de la universidad y aquel pueblo tiene muy buenas salidas laborales para la carrera que estoy estudiando —bebí champagne, su mirada era tan penetrante que me estaba dejando seca. —De hecho me mudo definitivamente dentro de 2 días —carraspeé la garganta.

La señora, su marido y mis padres sonrieron, nadie sospechaba nada y eso me hacía dar saltos de alegría interiormente.

—¿Y el novio? —volvió a preguntarme la señora, bastante cotilla.

—¿Novio? —le devolví la pregunta sonriendo. —Soy lesbiana —mentí —, pero de momento prefiero no estar atada en ninguna relación y centrarme en mis estudios. —Hablé tan rápido que no le di tiempo a nadie para decir nada.

Dejé a la señora con la boca medio abierta y a mis padres con una mala mirada posada en mí. Miré al marido de la señora cotilla y alcé el vaso disimuladamente.


Caminé hasta el mayor, que estaba en la cocina preparando algo de comer. Me quedé apoyada en el marco de la puerta, completamente desnuda. Él giró la cabeza y me miró a los ojos. Su mirada fue vacía, simplemente para ver que yo estaba allí. Yo sonreí y que me devolviera la sonrisa era lo mínimo que esperaba de él. Pero no parecía alegrarse por mi presencia.

—¿Todo bien? —pregunté extrañada.

—De lujo.

Fruncí el ceño. —Pues no lo parece.

—Para nada, alégrate si estoy así.

—¿Ah sí? Vaya —quedé bastante sorprendida.

—De veras, eres una pasada —volvió a sonreírme. —Lo único que no sé es si serás capaz de soportarme.

—Claro que sí —me crucé de brazos.

Me acerqué hasta él, pegando mi cuerpo desnudo al suyo en un abrazo por detrás.

—No creas nena. No es por fardar ni mucho menos, pero casi todas se han quedado en el principio y luego se acaban yendo.

—¿Casi todas? —pregunté muy confusa. 

¿Había tenido más? ¿Y su esposa? Ella seguía con él. ¿La trataría diferente? 

Ignoró la pregunta y yo también, ya hablaría de ese tema luego.

Llevo solo un rato contigo y aquí sigo...  Me tienes a tu entera disposición —le di un beso en la espalda.

—¿Sí? ¿Seguro?

—Sí... Esta cosa me ha hecho enloquecer. —Al tiempo que lo decía agarré su miembro, flácido, pero a la vez precioso, colgando entre sus piernas.

Era una polla larga no excesivamente gruesa pero le colgaban unos huevos que hacían en conjunto una dupla maravillosa.

—Esto no será un juego, nena. Quiero que estés preparada —se giró y me miró con un semblante serio.

Relatos EróticosWhere stories live. Discover now