Capítulo 18

452 58 3
                                    


Venus tiró suavemente del brazo de Damián para indicarle que se sentase junto a ella en su cama. No sabía qué decirle, pero por experiencia propia sabía que a veces el silencio podía resultar muy reconfortante cuando estabas en confianza. A veces no era necesario decir nada para que la otra persona supiese que contaba contigo, que harías lo que fuese por ella.

Entonces él le miró con sus irresistibles ojos azules e instintivamente ambos acercaron sus rostros hasta sentir la respiración agitada y nerviosa del otro, y continuaron en silencio.

Ella alzó su mano y acarició la mejilla del chico de forma cariñosa. Él cerró los ojos al sentir ese ansiado tacto.

Ambos se sentían confusos ante la situación. Estaban rotos, perdidos, pero sobre todo estaban tan solos que ese leve contacto hacía que lo significasen todo el uno para el otro.

Damián abrió los ojos conteniendo las lágrimas y la miró suplicante de ayuda. Llevaba tanto tiempo así que ya no sabía ni cómo sentirse. Había necesitado tanto tener alguien con quien compartir esa pesada carga que tenerla allí con él era su mayor tesoro.

Cerró los ojos de nuevo y se dejó llevar posando sus carnosos labios sobre los de Venus y dejando que todo el dolor y la desesperación se fuesen con ese beso.

Venus, por su parte, tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para separarse de esos labios que atraían los suyos como un potente imán. 

Cómo deseaba ese beso. Cómo deseaba volver a sentirlo tan cerca. Pero no era la correcto. No así.

—No podemos —balbuceó—. No somos lo que el otro necesita —Se mordió el labio tratando de que ese dolor aplacase el que sentía por dentro—. No de esta manera.

Damián enseguida cogió distancia y sacudió la cabeza.

—Lo siento, no pretendía...

No supo terminar la frase.

—No, no te disculpes —se apresuró a decir ella—. Ha sido...

Ella tampoco supo como seguir.

Y, por suerte, el teléfono de Damián sonó y los libró de tener esa conversación que ninguno sabía cómo empezar.

—Es Mateo por lo de la fiesta, quiere saber si vamos a ir a ayudarle a prepararla —anunció el chico.

—Quizá algo de evasión te venga bien, pero si no te apetece podemos quedarnos aquí.

Damián no tenía cuerpo para divertirse, pero tampoco quería quedarse ahí a solas con ella, así que aceptó y juntos fueron hasta la casa de Mateo.

—Damián, sabes que, aunque tú y yo no estemos juntos de esa manera, siempre me vas a tener, ¿verdad? Que haría cualquier cosa por protegerte, por que estés bien—preguntó mientras esperaban a que les abriesen la puerta.

El chico se giró para responder, pero entonces Mateo abrió y los invitó a entrar.

—No sabía si vendrías —anunció divertido.

—¿Por qué no iba a hacerlo? —preguntó ella confusa.

—Por haber invitado al buenorro antes —respondió él sin pudor.

Venus suspiró. No era el momento ni el lugar para hablar de Madoc.

—Madoc es mi vecino y el becario de mi padre, nada más. ¿Está claro? Me da igual que venga o no a la fiesta. Simplemente pensaba que no era correcto por ser un profesor —mintió tratando de sonar lo más convincente posible.

—Me alegra saber que tengo vía libre entonces—respondió él con una pervertida sonrisa.

La joven fue a responder, pero al mirar a Damián prefirió no hacerlo. No quería darle más carrete a Mateo y hacer sentir mal a su hermanastro en ese momento.

—¿Y bien?, ¿para qué somos buenos? —preguntó cambiando de tema.

—Para todo, por supuesto —bromeó Mateo—, pero me vendríais bien en la zona de la bodega.

—Bien —intervino Damián seco.

—¿Todo bien? —preguntó Mateo algo preocupado.

—Sí, tan solo estoy cansado.

—Últimamente siempre lo estás.

No era un reproche. Mateo estaba verdaderamente preocupado por su mejor amigo.

—¡A la bodega! —ordenó Venus a sabiendas que Damián no quería hablar del tema.

Ella sabía que en algún momento él se abriría con su amigo, pero en ese instante no estaba preparado. Y en ese momento ella haría todo lo posible porque él disfrutase y no pensase más en eso que tanto le atormentaba. Ya habría tiempo más adelante de enfrentarse a la verdad.

ArriésgateWhere stories live. Discover now