Parte senza titolo 28

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Al llegar a su habitación se encontró con un extraño silencio. Se había preparado para enfrentarse con Martha por atreverse a volver antes de tiempo y chafarle la diversión, pero no se oía música ni ruido de juerga detrás de la puerta. Eso la llevó a pensar que quizá se había cansado de los dos chavales y los había mandado a su cuarto. Un fuerte olor a vómito, sudor y humo hizo que, al abrir, tuviera que cubrirse la nariz con la mano. Tropezó con dos vasos de tubo vacíos y una botella de ginebra a medio consumir. El suelo de la habitación parecía una pocilga, plagado como estaba de envases de plástico, colillas y carátulas de discos tiradas por todas partes. La estancia se hallaba en semipenumbra, sólo iluminada por la débil luz testigo del pasillo que se colaba por la puerta entreabierta. No obstante, Irene enseguida se dio cuenta de que no estaba sola. Un movimiento brusco junto a la cama de Martha la puso alerta. Tanteando la pared, encontró el interruptor de la luz y la encendió. Le costó unos segundos interpretar la escena que veían sus ojos. El cuerpo de Martha yacía sobre la cama, inmóvil, mientras uno de los adolescentes forcejeaba con sus pantalones, tratando de bajárselos. No era tarea fácil, porque su compañera parecía estar inconsciente. El otro chico esperaba de pie, junto a la cama, a que su cómplice terminara la operación. Iba casi desnudo, e Irene comprobó con horror que exhibía una enorme erección bajo los calzoncillos. Él se volvió, sorprendido al ver la luz. —¿Qué mierda estáis haciendo? —dijo ella apretando los puños. Una oleada de ira la invadió al comprender que aquellos dos querían abusar de su amiga. Había olvidado incluso que estaban en superioridad numérica. —¿A ti qué te parece? —respondió el que estaba en ropa interior, mientras se acercaba sacándole la lengua de manera obscena—¿Quieres participar, muñequita? —Ni se te ocurra tocarme, niñato. ¡Si no os marcháis de aquí ahora mismo llamaré al vigilante! — respondió Irene sin retroceder ni un centímetro. Como el chico seguía acercándose, echó mano de lo que tenía más cerca: dos gruesos tomos del Oxford Dictionary of Literature. Se los lanzó con todas sus fuerzas a la cara. Recordó fugazmente la escena de Jane Eyre en la que su primo le arroja un libro, haciéndola sangrar, y en un rincón recóndito de su mente se rio de aquella coincidencia durante una décima de segundo. El primer tomo pasó cerca de la cara de aquel impresentable, que tuvo suficientes reflejos para esquivarlo en el último momento. El librote acabó estrellándose contra el suelo, provocando un ruido enorme. Un segundo proyectil literario le golpeó de lleno en la cabeza. El agresor lanzó un aullido de dolor y se agarró la frente con las manos, pero enseguida se revolvió. Irene se dio cuenta de que el impacto había acabado de enfurecerlo. Estaba metida en un buen lío. Agarró entonces un pesado cenicero de cerámica que Martha había moldeado en segundo de primaria yque, por alguna extraña razón, todavía conservaba en su escritorio. Se preparó para utilizarlo también como proyectil. El que trajinaba con los pantalones de Martha levantó entonces la palma de la mano y lanzó una mirada significativa a su compañero, que se detuvo. Parecía llevar la voz cantante y se había dado cuenta de que Irene podía complicarles la vida, así que trató de reconducir la situación. —No sé por qué te pones así, chica. Sólo estábamos ayudando a tu amiga a acostarse, eso es todo. Celebrábamos una pequeña fiesta los tres, ya sabes —dijo señalando con sorna al que estaba en calzoncillos—, pero Martha ha pillado una buena cogorza y se ha mareado. Por eso íbamos a meterla en la cama. Vamos, Steve, ¡vístete! El aludido se puso la ropa deprisa y corriendo. Luego salieron pitando de la habitación. Irene seguía de pie, en medio del cuarto, con el cenicero fuertemente agarrado. Al cabo de un minuto sintió cómo el subidón de adrenalina se desvanecía y su cuerpo empezó a temblar sin control. Cerró la puerta con llave y se acercó a Martha, que seguía dormida. Trató de espabilarla como pudo, pero se dio cuenta de que allí pasaba algo raro. Su compañera no respondía y apenas podía moverse. Entendió que la inglesa no estaba borracha, sino drogada con algo que los chicos habían mezclado con su bebida. Sus sospechas se confirmaron al ver un envase de somníferos sobre la mesita de noche, junto a un vaso que contenía todavía un poco de combinado. Presa de la ira, le entraron ganas de ir a por aquellos dos desgraciados y molerlos a palos. Cuando logró serenarse un poco, dudó entre llamar primero a seguridad, a la policía o a una ambulancia, pero finalmente decidió que sería mejor esperar a que fuera de día. Martha parecía fuera de peligro. Su respiración era profunda y acompasada, por lo que supuso que despertaría por la mañana con un buen dolor de cabeza y poco más. Al envase de somníferos tan sólo le faltaba una píldora, así que parecía claro que su amiga no había recibido ninguna dosis letal. Se quedaría velándola, por si se encontraba mal durante la madrugada, y por la mañana la acompañaría a denunciarlos ante el jefe de estudios. Cuando llevaba un rato vigilando el sueño de su compañera, se dio cuenta de que tenía que hacer algo o de lo contrario iba a dormirse, agotada como estaba por las fuertes emociones de la noche. Abrió su portátil y decidió ponerse al día con el correo electrónico. Para: Papá De: Irene Asunto: Re: Ardillita Hola, papi, ¿Qué tal va todo? ¿Hace mucho frío en Suecia? En Cornualles bastante, aunque no tanto como imaginábamos. Llueve casi todo el tiempo, eso sí. Contestando a la pregunta de tu mensaje anterior: no, no hace falta que me mandes más dinero. Este lugar es más bien aburrido y no hay muchas ocasiones para gastarlo. Además, tengo mis tarjetas de crédito para emergencias, ¿recuerdas? Espero que los suecos sean simpáticos y que, entre reunión y reunión, te quede algo de tiempo para hacer turismo y descansar. Debe de ser bonito pasar la Navidad en un sitio tan blanco e invernal. ¿No está por allí cerca la casa de Papá Noel? Espero que me llames y me lo cuentes todo.Un beso fuerte de tu ardillita, que te echa de menos, Irene Martha se removió, inquieta, e Irene se acercó a la cama para comprobar que su amiga estaba bien. Le quitó los zapatos, por si le molestaban, y volvió a su escritorio para seguir tecleando. Para: Mamá De: Irene Asunto: Re: México lindo Querida mamá, Me alegra mucho saber que ya lo tienes todo listo para tu viaje. La tía me ha escrito hace pocos días y me ha dicho que sigues preocupada por mí. Por favor, no lo estés. He hecho muchos amigos aquí y vamos a pasar unas Navidades estupendas. Sabes que nunca me gustaron los villancicos, el espumillón y todas esas tradiciones casposas. Por una vez, estará bien vivir una Navidad á l´anglaise. Diviértete mucho, ¡de verdad!, y no dejes de contarme novedades desde México. Un beso, Irene Apagó el ordenador con el corazón encogido. Ya no era sólo la perspectiva de pasar la Navidad sola en un país extraño. Tenía la sensación de que todo su mundo, el nido que había ido creando durante las últimas semanas en Saint Roberts, se tambaleaba y estaba a punto de cambiar para siempre. Quizá había vivido todo el tiempo en un equilibrio precario, sin advertir que en cualquier momento alguien podía quitar la alfombra bajo sus pies. Agotada y confundida, repasó una y otra vez sus últimas conversaciones con Peter y con Marcelo hasta caer profundamente dormida sobre el escritorio.

la gramatica del amorWhere stories live. Discover now