Especial: fin de año

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Después de que Gina terminara su función en Broadway, los cinco se subieron a la camioneta para recorrer las millas que los separaban de Nueva Jersey. Toda la familia Jonas se reuniría con los Deleasa en la casa de Danielle y Kevin para pasar Navidad. Los únicos que faltaban llegar eran ellos porque la niña de once años había asumido un compromiso cuando quedó seleccionada para interpretar a Marcy en el clásico musical School of Rock y ese mismo 24 de diciembre tenía que estar sobre el escenario. El 25 lo tenía libre pero al día siguiente ya tenía que regresar a Nueva York para hacer las última funciones del año.

Pasados dos años de que nació su primogénita, Martina y Nick recibieron con alegría a una beba a la que llamaron Mila Valeria. Un año y medio después, llegó Bruno Derek, el más pequeño de su familia. Los tres cursaban sus estudios a distancia con la ayuda principalmente de su mamá, que también se ocupó desde que nacieron de infundirles su idioma y sus costumbres argentinas. Es por eso que los tres crecieron bilingües y dominaban al mismo nivel tanto el inglés como el español.

Hacía cinco meses que toda la familia se había instalado en su hogar de Nueva York para poder acompañar a la mayor en su primer obra musical, para la cual se había estado preparando con la ayuda de su papá desde que se enteró que le tomarían una audición. Los ojos de Nick brillaban cada vez que veía a todos sus hijos, pero ver a Gigi debutando sobre un escenario de Broadway tal como lo había hecho él hacía muchos años lo emocionaba especialmente. Desde pequeña se había interesado por la música y se llevaron una sorpresa al comprobar que tenía la habilidad del oído absoluto, lo que le permitía identificar y producir cualquier nota musical sin desafinar.

Mila y Bruno admiraban tanto a su hermana que si hubiera sido por ellos asistían a cada una de las funciones teatrales para observarla. Eran los primeros en aplaudirla y abrazarla cuando se reencontraban con ella después de que saliera de los camarines. Gina los recibía siempre con la misma sonrisa y les daba un beso en la cabeza antes de pasar a los brazos de sus padres, que cada noche le repetían los orgullosos que estaban de ella. No por su talento, sino por su ternura y alegría, por su valentía de enfrentarse y adaptarse a cada situación que la vida le presentaba o que ella misma buscaba. Era intuitiva y había aprendido a confiar en esa intuición.

A Martina le daba miedo que Gina estaba entrando a la adolescencia porque sabía en carne propia lo difícil que era esa etapa. Además, sus hijos estaban en el ojo público desde que nacieron, lo cual podía ser una presión extra a la ya impuesta por la sociedad y las redes sociales. Enfrentó el tema con honestidad y le contó su propia historia, le habló de lo importante del amor propio y la paz mental. Había estado cultivando desde el primer momento un vínculo de confianza con ella -y con todos sus hijos- para que siempre pudiera hablar con ella, que no sienta que tenía que esconderle nada y que ella era su aliada.

Los intereses de la segunda de la familia no tenían tanto que ver con la música o el arte sino más bien con los animales. A sus siete años era inseparable de Aron, su perrito. Martina tenía grabada en el alma la sonrisa enorme y la forma en la que se le iluminó el rostro al recibir al cachorrito rescatado que le regalaron para su quinto cumpleaños. Su bondad y empatía no se limitaba a los animales, era la nena más dulce, respetuosa y sensible que podía existir en el mundo. Todos se asombraban de la sabiduría que se escondía en su modo de ver la vida y en la forma de manifestarse. A los seis años sorprendió a sus padres durante un asado con sus amigos de Argentina cuando les dijo con total seguridad que a partir de ese día no iba a comer más animales porque si ella no se comería a Aron ni a ningún otro perro, tampoco quería hacerlo con otras especies porque también eran seres vivos. Se quedaron tan anonadados que no pudieron hacer otra cosa más que felicitarla y, tras consultarlo con nutricionistas infantiles, apoyarla en su decisión.

Bruno, por su parte, era el más optimista y alegre de la casa. Tenía devoción por Martina y hacía todo para hacerla feliz, era el nene de mamá. La defendía cada vez que Nick o cualquiera de sus tíos le hacía una burla, lo que hacía que todos lo hicieran con más ganas para hacerlo enojar. Bruno hacía reír a todos, tenía ocurrencias tan insólitas que era imposible enojarse con él. Cada vez que sus padres lo tenían que retar, les respondía de una forma que les hacía casi imposible mantener la seriedad y la autoridad. La mayor parte de las veces conseguía hacerlos carcajear hasta las lágrimas, logrando salir impune de casi todas sus travesuras. A pesar de ser el más chiquito, era protector de sus hermanas y era el primero en acercarse a ellas cuando ocurría algo que las hacía llorar, ya sea un raspón, un golpe, una caída o una discusión. Las abrazaba y siempre conseguía hacerlas reír en medio de las lágrimas con un comentario.

Hold on (Nick Jonas)Where stories live. Discover now