Cincuenta y nueve

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Me tiemblan las piernas al ver a Manuel de pie en el altar

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Me tiemblan las piernas al ver a Manuel de pie en el altar.

Su traje negro está compuesto por sus típicos pantalones tatuados a sus piernas, la camisa blanca arremangada y una fina corbata negra. Usa un chaleco en lugar de saco, y al bajar a sus pies, las Converse negras. Veo que es cierto lo que decía Fernando, su cara está bañada en lágrimas, y Elvira lo sostiene de un brazo, mientras le susurra algo al oído.

Observo los invitados, que si bien son pocos y es por eso que pudimos darnos el lujo de celebrar la ceremonia religiosa en el parque del salón, están todos mis compañeros de Izibay y Bitito, los empleados del Larry, y hasta mi madre y su novio vinieron desde Miami para acompañarme en esta noche tan especial.

Antes de que pregunten, Leroy estaba invitado junto con Joselyn y su hijo, pero declinó la invitación. Aun me ama, según sus palabras, y no soportaría verme caminando hacia el altar para otro hombre.

El camino llegó a su fin.

—La concha de la lora... Estás hermosa, Escudero —susurra Manny al tomarme del brazo.

—Y vos en estás fuertísimo, Navarro. Espero que tengas fuerzas para la noche de bodas, porque te voy a hacer mierda.

La cara del sacerdote es un poema, es claro que nos escuchó, a cambio, suelta una risa y comienza la ceremonia.

—Manuel, ¿tomás a Elizabeth como esposa hasta que la muerte los separe?

—Creo que es obvio que sí, padre.

La multitud ríe ante la respuesta de Manuel, y cuando al sacerdote le toca hacerme la misma pregunta, veo que voltea y toma algo.

Una galleta de la fortuna.

—Abrila y leé lo que dice, hija.

Risas de nuevo, tomo la galleta, y luego de abrirla saco el pequeño papelito. Intento contener la risa antes de leer en voz alta.

—Elizabeth, ¿tomás a Manuel como esposo hasta que la muerte los separe? Sí.

—Ya aceptó, padre. Puede bendecir este matrimonio.

La multitud estalla en risas, y yo solo espero a que el cura dé la orden para besar a este maravilloso hombre tan políticamente incorrecto.

—Los declaro marido y mujer. Pueden besarse.

Manuel aprovecha mi vestido corto, me sube a horcajadas y me besa delante de todos los presentes. Pero inmediatamente después de bajarme, se coloca delante de mí y me sube a su espalda, esta vez a caballito. Y así, caminamos entre todos los invitados hasta el salón, en donde comienza la fiesta.

 Y así, caminamos entre todos los invitados hasta el salón, en donde comienza la fiesta

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