Otra historia

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El griterío de los niños le había dado vida a aquel escenario quizás decorado de más y para aquellas dos elfos había sido un no parar.

Natalia, por su parte, terminó disfrutando tanto o más que los niños pequeños aquellas horas de trabajo improvisado. Aunque, no podía negar que la mayor parte de su atención se la llevaba una rubia que estaba a muy pocos metros de ella.

Aunque Alba tampoco es que la ignorara. La más bajita, no paraba de darle vueltas a aquella sensación de calidez que sintió cuando estuvo realmente cerca de la otra, aunque se hubiera acercado con toda su inocencia, aquello despertó unas brasas que ya pensaba apagadas desde hace tiempo, pero sorpresa: las cosas no eran así.

-Papa Noel, necesita parar un poquito. - Anunció Nico poniéndose en pie para su descanso de quince minutos a media tarde.

Y en un instante, en la cara delantera del escenario, solo quedó un guardia de seguridad vigilando la zona mientras la música navideña no paraba.

- ¿Te está gustando esto? - Se interesó Claudia mientras le entregaba un café.

-Es mucho mejor de lo que esperaba. - Musitó sonriente aunque no pudo evitar mirar a la rubia que charlaba animadamente con Nico a unos pasos de ellas.

- ¿Crees que está todo perdido con ella? - Se atrevió a preguntar la mujer sorprendiendo a la morena.

- ¿Por qué parece que lo sabéis todo? - Preguntó divertida sin ser consciente del trasfondo de la pregunta.

-Ay, cariño... - Rio la mujer llevando su mano libre al hombro de la morena. - Una está mayor, ha visto de todo y no se le escapa nada.

Natalia no le dio más vueltas y simplemente asintió mientras se encogía de hombros.

-Yo creo que sí que está todo perdido. - Se limitó a contestar y la mujer suspiró.

-Por intentarlo, no pierdes nada. - Le guiñó un ojo y se alejó hacia la pequeña mesa de catering que tenían allí.

Natalia se quedó con su café en las manos dándole vueltas a esas últimas palabras.

Literalmente, ya está todo perdido.

Pues recupéralo.

Se giró sobre sus pies para ver a Alba y Nico que seguían enfrascados en una conversación que parecía no tener fin.

-Oye, Natalia. - La llamó de pronto el hombre, haciéndole señas para que se acercara. - Cuéntame, ¿trabajas en algo actualmente? Aquí mi Albita tiene un sitio de tatuajes propio, ¿te lo puedes creer? - Comentó divertido y Alba rodó los ojos.

-Es uno muy pequeño, cerca de Malasaña. - Le restó importancia.

Al final lo lograste.

-Mientras te dé para vivir, no importa el tamaño.

-Si yo tuviera unos años menos, iría de cabeza. - Soltó divertido y Alba negó con la cabeza.

-Nunca hay edad límite para un tatuaje. - Comentó divertida la rubia.

- ¿Así te ganas a tus clientes? - Dijo Nico sin evitar reírse al ver la cara de orgullo con la que había hablado Alba.

-Tengo otros trucos, pero puede formar parte del plan. - Comentó divertida, antes de darle el último trago a su café. - ¿Y tú? ¿Cómo te ha ido? - Miró ahora a la morena y tembló al ver que la miraba a los ojos.

-Tengo una pequeña discográfica. - Se encogió de hombros y esbozó una sonrisa pequeña que enterneció a la rubia, sobre todo cuando recordó las mil y una charlas que habían mantenido de madrugada mientras le contaba que quería exactamente eso.

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