43 || Snowman

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Snowman





— Dracoooo — entré a su habitación sin molestarme en tocar la puerta, encontrándome con la agradable sorpresa de que estaba solo con una toalla al rededor de su cintura, sin nada más que cubra su cuerpo tallado por los ángeles—. Fiu Fiu papi, tanta carne y yo sin dientes — lo halagué riendo.

— ¿Que sucede? — murmuró buscando que ponerse.

— Hay nieve — informé.

— ¿Y?

— Y quiero salir a hacer un muñeco de nieve — le dije. Él se encogió de hombros.

— Pues ve. No te tengo secuestrada, princesa — eso último lo dijo con tono sarcástico, pero igual me gustó que lo dijera.

— Pero no quiero ir sola — me dejé caer sobre su cama al tiempo que suspiraba — ¿Me acompañas?

— Por mucho que me gustaría, hoy estoy ocupado, Leblanc. Tengo que ir al callejón Diagon a comprar unas cosas y...

— ¿No puedes ir mañana? — me quejé —. Quiero salir a hacer un muñeco de nieve contigo.

— Mañana puedo acompañarte — ofreció —. Pero hoy no. Mañana es viernes y los fines de semana va mucha gente

Resoplé.

— Solo va a ser un rato, no te quitaré mucho de tu tiempo — insistí.

— Estoy ocupado — repitió. Bufé.

— Bueno, me voy — me levanté de la cama y fuí hacia su clóset también. Agarré el suéter más ancho que tenía y un gorro de navidad, porque era el único tipo de gorro que tenía para cubrir mis orejas —. Si me muero por allá que conste que fue tu culpa porque no me quisiste acompañar — me puse el gorro con molestia y empecé a caminar en dirección a la puerta.

Lo escuché lanzar un suspiro.

— Adele — dijo —. Espera a mañana e iremos.

— Yo quiero hoy — repetí como niña chiquita —. Hagamos el muñeco y después vamos al callejón. Yo te acompaño. ¿Quieres?

Draco suspiró, tal vez harto de mi insistencia. Pero a la final lo que hizo fue menear la cabeza y asentir.

— Espérame abajo — se limitó a decir.

Sonreí satisfecha y fuí hacia la entrada principal saltando como la propia pendeja. Draco bajó minutos después con una gabardina verde oscuro y unas botas negras que le quedaban muy bien. Lo tomé de la mano y lo arrastré hacia uno de los jardines de la mansión: específicamente al que tenía una especie de vereda llena de árboles blancos por la nieve y un pequeño lago congelado.

Caminamos un rato por ahí conversando hasta que encontré el sitio perfecto para hacer el muñeco. Me senté en el suelo y con mis manos le empecé a dar forma a la base, empezando con mi obra maestra. Unos minutos después, volteé a ver a Draco, el cual se me quedó viendo sin decir o hacer nada.

— ¿Qué? ¿Se te perdió una igual? — le pregunté frunciendo el ceño —. Ayúdame — pedí.

— Me pediste que te acompañara, no que te ayudara — fue su respuesta y se apoyó contra uno de los árboles que estaban ahí, mirándome divertido.

Resoplé.

— Bien, puedo hacerlo sola de todos modos — rodé los ojos.

Los minutos pasaron y ambos estábamos en silencio. Yo podía sentir su mirada sobre mi mientras cantaba por lo bajo Snowman de Sia, y de repente él se animó a empezar una conversación:

Stupid Whore #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora