VI

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«Hay a veces que nos sentimos agobiados por nuestras preocupaciones del día al día. Y cuando no encontramos una salida a nuestros problemas, terminamos ahogándonos en un mar de lágrimas»

Eran las seis en punto de la mañana. El celular comenzó a emitir un ruido molesto, Katy cogió el dispositivo y desactivó la fastidiosa alarma. Se levantó, soltó un bostezo y se dirigió al baño, se quitó la ropa y procedió a tomar una ducha rápida. Después de bañarse, abrió el guardarropa y sacó una chemise vino tinto junto con unos pantalones, marrones; era su uniforme de trabajo. Salió del edificio y solicitó un taxi que la llevó hasta un bodegón.

 Salió del edificio y solicitó un taxi que la llevó hasta un bodegón

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Ingresó y de inmediato arrancó con su puesto de cajera.

—Hola, Katy —saludó su compañera de al lado.

—Hola, Lenda.

—¿Cómo estás?

—Más o menos.

—¿Por qué?, ¿pasó algo?

—Se ha puesto pesado la renta de donde vivo. Por suerte tengo mis ahorros, ellos siempre me salvan.

—¿Por qué no te mudas de ahí?

—No tendría a dónde ir. Lo que gano no me alcanza para eso, solo para la comida y nada más.

—Deberías de pedirle un aumento al jefe.

—No sé. Que tal si no lo hace.

—Hazlo. Él es buena gente.

—Lo haré mañana. Mientras tanto me pondré a echarle más ganas al trabajo.

—Esa es la actitud.

Al finalizar su jornada de trabajo, Katy regresaba muy agotada a su hogar. Cuando entró al departamento, se encontró con la sala muy desordenada de puras botellas y de bolsas de papas fritas.

—¡Julio! —gritó furiosa.

—¡¿Qué?! —se escuchó adentró del baño.

—¡Ningún "qué"! ¡Ven para acá en este instante! —demandó.

Salió en boxers, esbozando una sonrisa idiota.

—¿Qué coño es esto?, ¿por qué está desordenado todo? ¡Exijo una explicación!

—Estaba pasando el rato sabroso.

Ronald y Ely ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora