32. Invencibles

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Jimin POV



Tres meses habían pasado desde que Jungkook había entrado en aquel internado psiquiátrico y yo estaba intentando seguir con mi vida a como diera lugar. Mis padres me seguían enviando dinero aunque yo me las había arreglado para poder hacer algunas horas repartiendo paquetes de una empresa de mensajería. Era un buen trabajo porque me daba el tiempo para seguir estudiando y también visitar a Jungkook.

Iba a verle tres veces por semana, era lo que me permitían verle, porque de ser por mí hubiera ido todos los días.

Me hacía mucha falta, y probablemente todo el desastre que habían sido esos tres últimos meses habían generado en mí un aumento de mi dependencia por él.

Mentiría si dijera que todo había sido fácil o simple. El tiempo había pasado tan lento que se me había hecho una eternidad, era torturante y por momentos sentía que no iba a poder salir de ello pero Jungkook había comenzado a mejorar.

Él jamás había sido una persona fácil, era bien llevado a su manera, una de las tantas cosas que me gustaban de él. Me había llegado a sentir apabullado, aturdido por él cuando vi cómo pasó aquellas primeras semanas. Los primeros dos meses habían sido fatales y cuando me vi al principio sin saber qué hacer y dudando de que yo pudiera hacerle de algún bien, Jin y Namjoon se encargaron de ponerme de nuevo en mi eje.

Me había vuelto débil, un incompetente, porque el miedo me había acojonado como nunca y había dejado de ser yo. La ansiedad me mantenía en una realidad donde sólo podía ver las cosas de manera negativa y catastrófica, sentía que aquello terminaría acabando conmigo.

Gracias a mis amigos pude poner mis sentidos en donde debían estar, enfriar mi mente y comenzar a actuar de forma eficaz.

No dejaría a Jungkook por nada del mundo, no después de ver cómo estaba al sentirse solo. Debía demostrarle que no estaba solo y que su vida no había acabado, que todo seguía allí, que su vida era mucho más que lo que le había ocurrido en el pasado y aquel día en particular.

Aunque intentara alejarme, aunque me discutiera cosas sin sentido y buscara pelea, aunque me insultara, yo estaba allí de todas formas, dejando que desquitara su dolor y su furia porque no sólo estás en las buenas, estás también en las malas.


Lo mejor vino después, porque pude ver el arcoíris luego de la tormenta.

Ver cómo la luz en sus ojos comenzaba a aparecer nuevamente fue lo que me impulsó cada día.

El verle llorar y comenzar a escupir sus temores e inseguridades fue lo que me permitió saber que él seguía confiando en mí al menos un poco. Y así, con eso en mente, comencé a acercarme, poco a poco cada vez más. Nuestra relación comenzó a reconstruirse y no solo eso, se hizo cada vez más fuerte. Más fuerte que antes.

Cuando le besé por primera vez luego de tanto tiempo y le sentí queriendo aferrarse aún más a mí, a mi presencia y a ese momento, fue algo que me llenó de felicidad, y no fue sólo eso lo mágico de ese instante, fue el hecho de que estaba seguro que él estaba sintiendo lo mismo que yo, en conjunto con una lluvia de emociones tristes en nuestro interior por saber que aunque lo intentáramos no podíamos liberarnos por completo de todo lo que nos había pasado.


Deseé cada día que pudiéramos ser felices.


Ver aquel lugar así, prendido en llamas, era como si aquellos atardeceres rojizos y anaranjados que solíamos ver desde allí juntos hubieran consumido finalmente nuestro lugar. Aquellas llamas que inundaban el cielo y hacían brillar las nubes durante nuestras charlas extensas luego de nuestros días de universidad habían bajado del cielo y llegado al infierno, allí con nosotros.

•S[e]OUL ~ JIKOOK•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora