Capítulo 8 - Ganas de más

930 96 93
                                    

Los días en aquel hogar o mejor dicho, en aquella jaula, pasaban más rápido de lo pensado. Vivía cómodamente, me alimentaba bien e Illumi trataba de ser atento a su manera, pero mi cerebro sólo pensaba en hallar la forma de escapar de allí.

Desde la última vez en que me besé con Illumi, no volvimos a estar tan cerca el uno al otro y simplemente él se dedicaba a pasar el tiempo fuera de allí, seguramente asesinando, no me sorprendía y tampoco me preocupaba la idea; después de todo yo fuí la que lo contacté para que acabara la vida de mi hermano. No iba actuar como una chica que sentía pena o preocupación por la vida de otras personas, sonaría desagradable tal vez pero siendo sincera no era alguien que sintiera empatía y por eso no buscaba juzgar a Illumi por su trabajo.

—Srt. _____, disculpe. ¿En qué tanto piensa?— la joven Nanami me observaba inquieta, llevaba varias horas sin hablarle por estar metida en mis propios pensamientos.

—Nada importante, sólo aún no me acostumbro a este lugar.

—Entiendo... Perdone usted, debe ser difícil para usted.

La chica se dedicaba a mirarme con compasión y sólo pude sonreírle en respuesta, hice una seña con la mano para que se acercara a mí, a lo cuál ella sólo hizo caso como era de costumbre. Ya lo había pensado antes, pero era una chica bastante linda y dulce.

Nunca me había detenido a observarla antes, pero era realmente guapa. Tenía una cabellera larga y oscura, sus ojos eran de color miel los cuales contrastaban con su piel blanca como un papel, tenía un pequeño lunar cerca de sus labios.

Mis ojos se quedaron plasmados en su cabello, como si no estuviera actuando por mi cuenta dirigí mi mano derecha para tocar algunos mechones de este. Nanami se quedó inmóvil ante mi repentina acción, lo único que escuchaba era su respiración levemente agitada, seguramente estaba ansiosa.

—¿Qué están haciendo?— la puerta de mi habitación se abrió por completo y mis ojos se movieron al dueño de la voz. Illumi se encontraba de pie frente a la cama con una expresión de enojo. —No tienes derecho a que ____ te toque.

En menos de un parpadeo el más alto se encontraba ahora sosteniendo mi brazo, mientras sus ojos llenos de ira estaban clavados en la menor. Con un chasquido de fastidio solté mi brazo sujetado.

—Estaba mirando su cabello, es lindo. Déjala en paz, no hizo nada.— hablé en tono alto, mientras Nanami se levantaba rápidamente y salía corriendo de la habitación, dejándome a solas con el inexpresivo.

Ahora estaba de nuevo acostada en la cama, pero a diferencia de las noches anteriores el pálido se encontraba encima de mí. Su cabello cayendo como una cascada frente a mí, sus ojos oscuros y vacíos se dedicaban a examinar mi rostro por completo. Una sonrisa apenas visible surcaba sus delgados labios.

—¿Estabas viendo el cabello de esa sirvienta porque te recordó al mío?

Su pregunta me tomó por sorpresa, confirmando su teoría y logrando hacer más visible su extraña sonrisa. Fastidiada por todo, agarré las pocas fuerzas que tenía y me removí rápidamente, haciendo que ahora él estuviera debajo de mí. Su actitud de tener todo bajo control siempre me ponía de mal humor.

—¿Qué pasa si eso fuera cierto?, ¿por qué sólo te dedicas a hacerme la vida imposible?— mi voz se empezaba a escuchar rota, estaba enojada y frustrada. —No ganas nada con esto, sólo deberías dejarme ir lejos de aquí.

—No. No te dejaré, eres mía. Ya te lo he repetido en distintas ocasiones.— se levantó quedando sentado, como si se tratara de un gancho abrazó mis caderas con ambos brazos mientras me veía con satisfacción. Tenerme cómo una presa, cómo un juguete parecía que lo encontraba divertido y lo disfrutaba más de lo que pensaba. —De todos modos, necesito que te arregles. Necesito llevarte a un sitio, te harás pasar por mi novia.

¡Oye!, chico inexpresivo. Illumi ZoldyckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora