Capítulo 3: Un intruso en la oscuridad

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Aprovechando que su condesa dormía profunda y plácidamente al son de la lluvia, Alucard decidió pasar por las reservas de sangre para ver qué bocadillo se podía meter a la boca. Todavía estaba asqueado por tener que verse obligado a comer alimentos humanos y poner buena cara ante todos. Había veces en que envidiaba a Attila por tener la facultad de alimentarse de diversas fuentes.

Recordaba cómo era la mansión en los años en los que él habitaba allí bajo otros aspectos, y suponía que, dado que tenían otra criatura de la noche con ellos, debía de haber un banquete de sangre almacenado por ahí, aunque fuera en forma de bolsas.

Cuando encontró lo que buscaba y se dispuso a disfrutar, sintió una presencia detrás de él, seguida de una voz femenina.

— Así que mis sospechas eran ciertas... – y de entre las sombras y con un rayo iluminándola, surgió la joven Seras Victoria, arma secreta de la Organización Hellsing.

Alucard simplemente se le quedó mirando con indiferencia mientras seguía bebiendo sangre. Se había metido sin esfuerzo en los recovecos de la mente de la vampiresa y había descubierto mucho sobre ella, así como lo más importante: no los delataría.

— ¿Y qué harás, chica policía? – la desafió igualmente. Estaba dispuesto a matarla allí mismo si la otra cambiaba de opinión de un momento a otro.

Ella le dedicó una mirada dulce y curiosa.

— No haré nada, señor. – le respondió con timidez – Es que... supongo que si es el esposo de la señora Integra, entonces no es peligroso para nadie de la mansión. – luego se sonrojó y miró para otro lado, como debatiéndose con lo que quería decir – Yo... yo siento admiración por ustedes desde el momento en que llegaron... porque... ustedes se casaron y pudieron convivir, hasta tuvieron un hijo... y yo...

Alucard entendió y sonrió de oreja a oreja.

— Pregunta de una vez lo que quieres saber. – le pidió amablemente.

El rostro de la joven, muerta y todo, estaba al rojo vivo de lo ruborizada que se encontraba.

— ¿Es fácil? – quiso saber – ¿Es fácil que un humano y un vampiro estén juntos?

El conde se apoyó contra la pared, cruzándose de brazos.

— No, no es fácil. – respondió de plano – Pero en mi caso con Integra, muchas cosas nos jugaron a favor para que podamos estar juntos por más de veinte años. No niego que muchas veces mis instintos quisieron hacerme sucumbir, pero es algo que pude lograr controlar... Pero debes saber, chica policía, que siempre la diferencia de especies será una densa niebla por encima de nosotros, recordándonos la constante barrera que nos separa. – la miró con sorna – Es porque estás de romance con el francés que me lo preguntas, ¿verdad?

Seras se agitó de la vergüenza.

— Yo... y él... – balbuceó.

Alucard soltó una risita mientras se enderezaba para volver a los aposentos que compartía con su esposa.

— Sólo ten en cuenta que no podrás tener hijos con él, las vampiresas son estériles. – le dijo con diversión mientras le daba la espalda.

— ¡Pero señor, qué cosas dice! – se escandalizó la otra, algo desilusionada – Pero quiero que sepa que no los delataré, ni siquiera le haré preguntas. Si usted siente amor por la señora Integra, no puede ser una mala persona...

Alucard detuvo sus pasos, sin decir nada ni darse la vuelta, luego los retomó.

La joven policía dio media vuelta y se encaminó por el camino contrario, rumbo a las estancias de los Gansos Salvajes.

La caída de los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora