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—Mierda, Madds. —Tomé una bocanada de aire y lo expulsé pesadamente. Mis ojos se paseaban por todo su torso. No podía creer que esto estaba sucediendo. Me quedaría apreciandola por horas, era jodidamente perfecta y cada vez lo confirmaba más. —Ven aquí. —La tomé de sus caderas y la atraje más a mi cuerpo.

Besé su boca con desesperación. Mis manos viajaban a cada curva de su torso. Estaba en llamas.

Sus manos fueron a mi abdomen, llegando al dobladillo de mi playera negra. Comenzó a elevarla, así que separé nuestras bocas y me dejé observar por la rubia frente a mi.

No pude resistir un segundo más, que con fuerza la tomé y la hice quedar espalda abajo. Pegó un gritito y luego una risa leve que me llenó el corazón, como siempre lograba hacer.

Besé su clavícula y fui bajando hasta llegar a él inicio de sus pechos. Recorrí toda la zona, hasta llegar a sus pezones. Besé, chupe y succione haciéndola arquear y largar suaves gemidos.

Luego de un momento, continué por su abdomen. Llegué al elástico de esos shorts que tanto me volvían loco y jugué con ellos. Su cara expresaba que no podía resistir un segundo más.

—¿Quieres que te los quité, no es cierto? —Mi voz ronca se hizo presente y sabía que eso le encantaba. Ella asintió. —No te escuché decirlo, ¿qué es lo que quieres?

—Q-quiero que me los quites. Hazlo, Matt.

Su súplica me hizo sonreír de satisfacción. Este rollo me agradaba tanto como a ella.

Hice lo que tanto quería, y lentamente le quité sus pantaloncillos negros, dejando a la vista sus bragas de encaje.

Era ese conjunto blanco que sabía que me gustaba, pero yo solo había conocido el brasier. Ella lo planeó, lo deseó. Quería que esto suceda.

Una vez fuera, pasé mis dedos por los detalles de la ropa interior, haciéndola enloquecer. Besé sus alrededores. Sus muslos del lado interior y su abdomen bajo. Podía escuchar su respiración pesada, necesitaba esto.

Acaricie su zona, y podía sentir lo mojada que estaba a través de la tela, me estaba volviendo loco. Mantuve mi mano ahí, rozando con mis dedos, y fui nuevamente a besarla. Quería tenerla cerca para hablarle sucio.

—Ma-Matthew. Por favor.—Suplicó, y eso bastó para que corra la tela a un lado y deslice mis dedos sobre su humedad.

Moví mis dedos en círculos, y acaricie sus pliegues. Mi dedo pulgar fue en busca de su botón de placer, tocandolo y frotandolo.

—Que bien te sientes. —Susurre en su oído. Ella respondió con un gemido.

Continué con más ritmo y velocidad, haciéndola perder los estribos.

—Mierda. —Soltó placentera.

—¿Que tanto quieres mis dedos dentro de ti? —Jugué con su entrada.

—Mucho, dios.

Frote mi dedo pulgar y ella gimio. Ese fue el pie a mi acción. Lo hice de una estocada, y repetí mis movimientos una y otra vez. Quité por completo sus bragas y la observé. Desnuda en su totalidad, toda para mí.

Volví a mi labor y lo hice con más velocidad, haciendo temblar sus piernas. Estaba por venirse.

—Oh, Dios. Oh, Dios.

—¿Te gusta? —Lami mis labios.

—No pares. —Pidió casi inaudible, aquello hizo morderme los labios.

No lo hice. Seguí hasta que ella llegó a su clímax. Generando que sus piernas temblaran, y maldiga en un gemido.

—Mierda. Sí. —Soltó su aire pesadamente.

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