03: Nada que perdonar.

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Todo le daba vueltas, su cuerpo le había exigido volver a respirar y al hacerlo había despertado de su pánico al pie de las escaleras, no dejaba de temblar y su mente estaba invadida por lágrimas en hermosos ojos morados y un millar de "¿por qué?" pronunciados por muchas voces, entre ellas la suya. Subió como si huyera para salvar su alma del diablo y golpeó las puertas frente a él con el grito de socorro atascado en su corazón, y no dejó de golpearlas hasta que se abrieron.

Los ojos de su amigo lo miraron con sorpresa y demasiada extrañeza, tanta falta de brillo en esos ojos al mirarlo que fue una púa dolorosa en su alma herida.

-¡¿Rubius?!

Y aquello le destrozó, ese nombre saliendo de sus labios, se sintió ajeno, vacío.

-¿Tú también Luzu? -lloró con un hilo de voz.

-Perdona ¿Qué?

-Luzu... soy yo, ¿no vas a...? -Luzu lo miraba sin entender muy bien que decía- ... llamarme... sopa de veneno -su sonrisa estaba naufragando en las lágrimas que contenía a la fuerza- basura amorosa...

-¡Luzu! ¿Todo bien?

La voz de Alexby sonó fuerte y llena de diversión en el interior de su hogar y Luzu abrió la puerta del todo para que el pequeño pelinegro pudiera verlo a él, de pie en la puerta, temblando como la última hoja del árbol en el invierno, a punto de caer sin remedio a la podredumbre del suelo.

-¡Ah! ¡Rubius! ¿Todo bien en Karmaland? ¿Nos necesita Merlon?

Apretó los puños sobre su ropa, sus ojos comenzaron a llorar. Sus amigos, ¿Qué pasaba con ellos? Era como si no lo estuvieran viendo, sus caras eran reflejos de un pasado, ahora absurdos y vacíos al mirarlo, no lo veían, no lo estaban viendo.

-¡Lely!

-Hahahaha, no me llames así, no me gusta que lo hagan.

El aire se le atragantó al respirar, ¿Cómo le decía eso? Siempre le había encantado ese nombre cuando bromeaban, era algo entre amigos, entre grandes amigos. La sonrisa de Luzu era todo compasión.

-Perdona a Alexby, pero es verdad que eso ha sido un poco grosero. Ese mote es solo para los amigos.

-Pero... nosotros somos amigos...

-Psss ¡Hahahahahaha! Venga ya loco, Luzu, mándalo a paseo, es otro aldeano al que se le ha ido -gritó Alexby antes de desaparecer de vuelta al interior.

-Lo siento Rubius...

-Rabis -intentó corregirle con el hilo de voz que le quedaba, reteniendo la puerta con sus débiles manos temblorosas.

-Oh, ¿Qué? Lo siento realmente pensé... jajaja ¡confundí tu nombre! ¡A ver si voy a ser yo el grosero aquí! Perdón Rabis. ¿Merlon necesita algo?

-No, yo...

-¡Perfecto! Buenas noches Rabis.

Luzu lo despidió con una enorme sonrisa cerrando la puerta con lentitud ante sus anonadados ojos, congelado en mitad del páramo, viendo como la oscuridad se le venía encima con cada centímetro que esa puerta se cerraba, privándolo de la luz del hogar, del calor de la familia, abandonándolo en mitad del mundo.

Solo.

Bajar el primer escalón fue doloroso, casi como si la piedra del suelo le martilleara en la rodilla, y aun así, no pensó en caer a causa de otro tropezón, no, bajó ausente otro escalón más, y esta vez si, su talón resbaló en el borde y cayó al suelo de culo, pero no le importó, porque en ese momento había algo demasiado doloroso en su corazón para atender a nimiedades.

Todo de él parecía haberse ido, el calor de su cuerpo, las emociones de su corazón, la sensación de estar vivo, se habían consumido como el fósforo de una cerilla.

-No puede ser... ¡tienen que estar de coña! ¿No? -miró a Rubier, que picoteaba sus plumas a mitad de las escaleras- Es eso, solo una joda.

Intentó reír, e incluso él sabía que tenía que estar viéndose como un loco en ese momento, un loco desesperado, se puso en pie, tambaleándose, el mundo entero le daba vueltas y sentía que tenía que agarrar a Rubier, como si él fuera la única gota de realidad que le quedaba, una realidad que ya no existía para él.

-Estos cabrones quieren que crea que... -extendió las manos intentando aferrarse a las riendas- Eso es ¿Verdad? -Los ojos del chocobo lo enfocaron al instante, brillantes, negros, nerviosos- Como si fuera imbécil y ¡AUCH! ¡Rubier qué coño!

Las gotas de sangre golpearon una tras otra el suelo. Rubius retrocedió un paso escondiendo la mano herida en la otra sobre su pecho, sus ojos se cruzaron con los del animal, salvajes, indómitos, y la pequeña etiqueta que colgaba de su cuello con el nombre de Rubier cayó miserablemente lenta, dejando una hiriente nota metálica al estrellarse contra el suelo.

Todo el cuerpo de Rubius se contrajo con dolor al mirar a su querido chocobo, al ver cómo la mirada traviesa y casi cómplice del animal desaparecía de su mirada, como un triste suspiro, y se oscurecía en la carente mirada de emociones de un ser puramente salvaje. Un sollozo acompañó a más lágrimas, un sollozo con el que intentaba que su alma no huyera de su cuerpo maldiciendo su existencia. No era una broma. Su vida, toda su vida, estaba desapareciendo, literalmente, ante sus ojos, borrada, sin pena ni gloria. Se evaporaba.

Todo se destruía. Por su ego. Por sus mentiras. Siempre había salido intacto de sus jugadas, siempre había ganado. Y esta vez había creído triunfar con la mejor de sus retorcidas ideas, incluso tenía planes, planes para salir si la cosa no funcionaba, incluso planes para, en un futuro, repetirlo. Solo las palabras mágicas, las que siempre le funcionaban con todos, pero sobre todo, con él.

-"Solo era una broma" -se oía a si mismo pronunciar esas frases en su mente, las frases que tenían que haberlo sacado de esta- "Ah deja de llorar" -pero había una que aún ni él mismo casi podía escuchar, cubierta por el dolor de su pecho- "Lo siento Vegettita"

Eran palabras falsas, ensayadas, pendientes de salir en acción para salvarlo, pero esa vez, dentro de sí, sonaron demasiado auténticas, rompiendo a llorar sin tapujos cuando liberó a Rubier de las riendas, ahora un chocobo, uno más, otro cualquiera, que lo miraba con la misma ausencia que sus amigos, una mirada que temía ver en todos y cada uno de ellos.

Porque, ya estaba, había terminado enterrándose. Nadie lo escucharía, y si lo hacían, no podrían comprenderlo, nadie le perdonaría, porque nadie podía recordar lo que había hecho, su gente, sus amigos, su única familia, le habían borrado de sus vidas. Rubier miró al cielo e inició un vuelo hacia la distancia. Nunca más, no había posibilidad de retroceder, todo estaba perdido, las palabras no tenían valor, ni las risas, ni los recuerdos que solo él tenía, las bromas, las fiestas, los abrazos, habían quedado en él como una trampa para su mente, llevándole de vuelta al cálido abrazo de Luzu entre risas, de lo fuerte que Alexby intentaba ahogarlo cada vez que lo cazaba en una putada, del dolor de estómago que aparecía siempre con las risas locas y sin filtro junto a sus hermanos oscuros, de esa mano tendida hacia él, siempre iluminada por esa fabulosa sonrisa, que ahora se apagaba en una mueca de desprecio y abandono.

Rubius vomitó a un lado del camino.

Su vida, había terminado.

Quiero ser tu misión.Where stories live. Discover now