Soy negra.

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Antes de haber sido expulsada a la vida por la vagina de mi madre, era negra.

No lo supe hasta mucho después,
cuando gente que no se veía como yo,
a la que no le crecían nubes negras en la cabeza
ni se le encrespaban las cejas,
me lo dijo.

Cuando gente que no se veía como yo trató de moldearme a su imagen y semejanza,
de borrar la existencia de mi negritud haciéndome esclava
-como lo fueron de otras cosas las negras antes de mí
y las africanas esclavizadas antes de ellas-
de químicos que paleaban mis nubes hasta convertirlas,
temporalmente,
en cascadas tristes y marchitas de un cabello que se fragmentaba,
caía y moría.

Soy negra,
pero no lo supe hasta la primer vez que me llamaron de esa forma,
hasta que alabaron lo "no tan oscuro" de mi piel,
hasta que me contaron,
personas que no se veían como yo,
que la gente negra es sucia, ruidosa y mala,
que por eso debía forzarme a ser menos negra,
a no comportarme como tal.

Y lo supe por toda la rabia que sentí esas veces,
por el fuego que quise encender a esas palabras.

Lo supe cuando dejé de creer en ellas
y abracé este cuerpo del color de la tierra,
cuando decidí escucharme y preguntar de dónde venía.

Soy negra.

Los malos poemasWhere stories live. Discover now