Viejas costumbres

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Shinobi debía mantener el cuerpo y la mente en completa sintonía, entrenados, perfectos. Durante las misiones, solo se centrarían en las misiones. Durante los descansos, ellos entrenarían para aumentar su propia fuerza y poder sobrevivir a la siguiente misión. Los jōnin sensei usaban sus regímenes de entrenamiento ampliado, entrenando a sus tres genin a cargo a la vez que ellos entrenaban sus propios cuerpos con los ejercicios que llevaban años usando. Ejercicios físicos y de control de chakra para mantener sus cuerpos al cien por cien, con la fuerza necesaria para lidiar con los enemigos y los posibles ataques contra la aldea que ellos cuidaban.

Usando los entrenamientos, cada shinobi perfeccionaba todo lo que había aprendido a lo largo de su vida, de su tiempo como un aprendiz y un shinobi de bajo rango como genin, un alumno más de aquel sistema, a la vez que usaban el tiempo posible para aprender nuevas técnicas que usar contra sus enemigos. Los shinobi no entrenaban solo el cuerpo y el chakra para mantenerse en forma. La mente. Un shinobi debía mantener una mente aguda, ágil en pensamiento e idónea para manejar situaciones extremas que requerían un estratega y no un luchador, como eran la mayoría de las ocasiones. Esto se dejaba ver en los escalafones shinobi: genin, chūnin, jōnin, ANBU, Sannin y Hokage. Sannin no entraba dentro de la jerarquía shinobi, pero eran los más poderosos del continente por debajo de los Kages. Jiraiya, Tsunade y Orochimaru. Aquellos tres enfrentaron a Hanzō de la Salamandra durante la Gran Segunda Guerra Ninja, descubriendo que no solo Madara y Hashirama debían ser venerados como verdaderos shinobi. Nadie derrocó a Hanzō siguiendo la línea normal shinobi. Era un luchador y quien otorgó a los tres jōnin de Konoha el estatus de Sannin.

Genin era el rango más bajo del escalafón, carne de cañón en la batalla, los primeros en lanzarse contra los enemigos en la primera línea luchando con uñas y dientes. Chūnin era el rango medio, los pensadores en la batalla, los líderes de escuadrón que moverían a los genin en los enfrentamientos. Jōnin era el rango más alto de los shinobi, los líderes de la batalla, los expertos en la lucha y artes shinobi con la carga de miles de personas sobre sus hombros. ANBU era un rango especial, lo mejor de lo mejor dentro del programa shinobi, aquellos que eran capaces de manchar sus manos con la sangre de otros para proteger a sus camaradas. Pocos soportarían luchar en las sombras, no ser reconocidos, cargar con miles y miles de muertes junto a largas jornadas de veinticuatro horas o incluso días sin dormir, sin descansar más allá de quince minutos. Un enorme desgaste para los cuerpos humanos y pocos serían los necios de entrar a aquel grupo especial de shinobi.

Frash

Tiró de ambos lados colocando finalmente la venda sobre sus ojos. Los dos, ocultando el ojo izquierdo azul e impidiendo que pudiera ver algo que tuviera delante de él. Ahora solo veía negro. Podría ver, pero mantener el Sharingan cerrado era lo indicado en aquella práctica que había hecho desde que se unió a ANBU, siendo un ritual cuando se iniciaba aquel camino turbulento, lleno de sangre y muerte.

Naruto respiró dejando que el aire escapara de sus labios. Su cuerpo de hundió, bajando los hombros a la vez que relajaba los músculos oxigénanoslos extremadamente, poniéndolos duros para el enfrentamiento de taijutsu con su compañero de prácticas. Podía sentir los ojos de aquellos tres genin sobre su espalda, como si fueran pequeñas agujas que se clavaran en su piel. Sentía el frío aire rozar su piel, ponerle la piel de gallina como si hubiera sentido algo detrás de él. Sus sentidos estaban al pleno, completamente agudizados por la falta de vista. Cuando uno de los sentidos desaparecía, los otros cuatro se veían intensificados.

Hizo crujir su cuello llenando sus oídos con chakra, mejorándolos levemente y aumentando la audición. Podía oír el crujido de las hojas, la hierba ser doblada bajo el pie de Hatake Kakashi. El peliplateado jōnin estaba terminando de atar la venda sobre sus ojos. Pudo oír el roce de la tela al moverse.

A.N.B.U: El Último SenjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora