Draco Corazón de Dragon es el hijo bastardo de un millonario hacendado, criado en venganza por su padrastro como un monstruo desalmado y vil. Conocido como un pirata que obtiene lo que quiere a la buena o a la mala. Dinero, Vino y a las mujeres más...
Draco estaba escondido. Y en la habitación de Hermione, Meche se encontraba limpiando y arreglando. Una vez que cambió las sábanas salió de la habitación.
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— Dromeda, por favor no lo tome asi — exclamó Nott.
Dromeda fastidiada refutó — es que usted no sabe la angustia que tengo aquí adentro — todo va a empezar de nuevo.
Hermione aburrida del comportamiento egoísta de su madre se excusó diciendo — Por favor discúlpenos Don Nott — cenaremos otra noche cuando haya más tranquilidad.
— No te preocupes Hermione — aseveró Nott — yo entiendo.
Hermione decidida a pesar de las negativas de su madre le dijo — si ve a Draco dígale que lo amo mucho y que se cuide — ¡vamos mamá!
Acto seguido ambas mujeres se levantaron para retirarse del lugar. Se despidieron de Nott y salieron.
Al llegar a casa, Hermione no se pudo contener más y le reclamó a su madre — ¡tal parece que hubieras preferido que Astoria se muera de verdad!
Dromeda que estaba colocando la llave en un lugar seguro se giró para encarar a su hija — No, sino se trata de eso y lo sabes muy bien — si tu hermana regresa la voy a recibir porque está es su casa, pero tampoco voy a permitir que tu vuelvas con ese hombre.
— Porque es un desdichado, Hermione — refutó su madre — si se sale de esta, mañana estará metido en otro lío — además no es hombre para ti.
Hermione decidida refutó — Draco es mi esposo y yo lo amo — y si él me lo pide lo seguiré hasta el fin del mundo. Aclarado esto la castaña corrió a su habitación.
Dromeda enojada se fue atrás de ella gritando su nombre — ¡Hermione! ¡Hermione! Al entrar a su habitación la amenazó diciendo — Hermione, sabes lo que voy a hacer — le voy a contar todo a Fray Domingo — exigire que anule tu matrimonio así no podrás alegar que es tu marido.
Draco escuchaba la riña de ambas mujeres, parado afuera del ventanal cubierto por una sábana y retorciendose de dolor.
— Casada o no, me iré con él — gritó Hermione — y ni tu ni nadie podrá impedirlo.
— Ya lo veremos — sentenció su madre y salió de la habitación.
Una vez que Andromeda salió de la habitación, Draco abrió la reja del gran ventanal y al entrar en la habitación susurró el nombre de su amada — ¡Hermione! ¡Hermione!
La castaña estaba por cambiarse y al escuchar su voz llamándola se giró y le dijo — ¡mi amor! Se acercó a él para acariciarle el rostro y lo abrazó muy fuerte, llorando de felicidad.
— ¡Al fin! — exclamó el rubio sacándose el sombrero.
Sus bocas se encontraron como dos imanes, uniéndose en un ansiado beso lleno de amor, pasión y deseo.
Draco fue soltando poco a poco sus labios, pero no su abrazo — juntando sus frentes susurró — creí que este momento no llegaría nunca.
Hermione aún abrazada del cuello de Draco preguntó — ¿Por qué Don Nott no me dijo? — pero fue callada por otro beso de Draco para luego pedirle que cerrará bien la puerta.
Hermione corrió a asegurarla y al girarse Draco se dobló de dolor.
— ¡Oh no, tu herida! — exclamó Hermione acercándose a él para ayudarlo — porque no me lo dijiste enseguida.
— Ayudame a sentar — susurró Draco.
Hermione obedeció a su esposo guiandolo a la cama, rodeo la misma desesperada, quería ver la herida.
— ¡Dejame verla! —
— Después — susurró Draco cansado mientras se acostaba con dificultad. Su esposa le colocó varios almohadones para su comodidad — recuestate aquí, conmigo ¡por favor!
Hermione obedeció besando su mejilla para luego recostarse a un lado de su pecho con delicadeza para no lastimarlo.
— ¡Te extrañe tanto! — susurró Draco... Y yo a ti — respondió la castaña levantándose ligeramente — hubiera preferido morirme cuando me dijeron.
— ¿Don Nott no te explicó? — preguntó Draco mirándola a los ojos... Sí — respondió Hermione — ¡Por favor déjame ver tu herida!
— ¡Después! — volvió a susurrar Draco — yo nunca te engañe Hermione — no podría hacerlo — yo te lo dije, eres una bruja — se burló el rubio.
Hermione sonrió para luego volver a besarse con mayor intensidad. Draco muy a su pesar la soltó para decirle — no me quedaré mucho tiempo.
— No, no puedes irte así — reprochó Hermione — estás muy débil.
— Pronto me sentiré mejor — susurró Draco cerrando los ojos.
— No voy a permitir que te vayas — aseveró Hermione decidida.
— Oi a tu mamá que decía — Draco exclamó preocupado.
Hermione apenas si notaba su apariencia por estar embelesada por los besos y la felicidad que la embargaba.
— Mi mamá no hará nada — respondió la castaña.
Draco gimió de dolor. Hermione se exaltó para luego preguntar — ¿Dónde te hirieron?
— A un costado de la pierna izquierda — respondió Draco.
Hermione revisó los vendajes y pudo notar sangre en ellos, se tapó la boca para no llorar, luego susurró — ¡no te muevas, vuelvo enseguida!
Goyle y Alexander esperaban la señal de su patrón.
Su esposa regresó a la habitación con vendajes limpios, se acercó explicándole — vengo a traer todo para curarte.
Cuidadosamente cortó los vendajes manchados, preguntó — ¿Quién te atendió?
— Molly, una curandera — susurró Draco — es una buena mujer, me cuido bien — solo que perdí mucha sangre.
Hermione quitó los sucios vendajes, sonrió esperanzada a su esposo — te vas a reponer — le dijo.
— Tienes las manos tan suaves, Hermione — susurró Draco — creo que estoy en el paraíso — Hermione eres mi vida, no hay nada ni nadie que me importe mas que tú — estas tan dentro de mí, pase lo que pase, nunca lo olvides.
— No lo voy a olvidar — respondió Hermione emocionada — mientras las lágrimas caían por sus mejillas — tu y yo ya no volveremos a separarnos nunca.
Ambos se fundieron en un nuevo beso, urgido y lleno de amor.
Golpearon a la puerta. Draco se exaltó, pero fue tranquilizado por su esposa que le dijo — No te inquietes, es Meche.
La mucama traía el alcohol y el yodo para desinfectar la herida. Hermione los tomó y le dio las gracias. Sin embargo, se quedó en silencio en caso de que su ama necesitará algo más.
— Goyle y Alexander están afuera — informó Draco.
— ¿Quieres que Meche vaya a avisarles? — preguntó Herms.
— No, el policía podría verlos, dejalos — ordenó su marido — ellos sabrán que hacer.