1

662 51 25
                                    


Harry Styles observó a los más de quinientos invitados que bailaban o bebían champán bajo las enormes lámparas de cristal. La imagen de los hombres, todos vestidos de esmoquin, mientras que las mujeres, con trajes de altas costuras y todo tipo de diamantes y piedras preciosas se movían por la pista de baile como llamativas mariposas. Se levantó el puño de la chaqueta para mirar la hora en su Rolex y luego comenzó a cruzar el gran salón, consciente de las miradas de interés que lo seguían. A sus treinta y dos años Styles estaba acostumbrado a la atención que despertaba sus aspectos y los rumores sobre su fortuna.

Antes de salir al vestíbulo se fijó especialmente en una atractiva rubia ataviada con vestido escotado. Era la primera vez que asistía al baile real y que visitaba el palacio de Aristo, y lo cierto era que estaba impresionado por el esplendor del lugar, lleno de obras de arte de valor incalculable. La Casa de Karedes era una de las casas reales más ricas de Europa y en la lista de invitados de aquel baile habían aristócratas y jefes de Estado, grandes personalidades que no imaginaban que el invitado de honor del príncipe regente Niall había crecido en los suburbios de Atenas. Harry se preguntó con cierto sinismo si el mayordomo que lo había conducido al príncipe Niall se habría mostrado tan servicial de haber sabido que su madre había trabajado de simple ayudante de cocina en aquel mismo palacio. Era una información que ni siquiera le había revelado a Niall, a pesar de la amistad que había surgido entre ambos. Abrió una puerta y se encontró en la sala de banquetes completamente vacía a excepción de un camarero que, a diferencia del resto del personal, que parecía haber salido huyendo, estaba doblando servilletas en un rincón de la habitación. Se había perdido la cena por culpa del retraso que había sufrido su avión, así que al mirar la variada selección de canapés sintió que tenía un agujero en el estómago. Lo primero eran los negocios, se dijo a sí mismo con firmeza. En Aristo ya era de noche, pero en la costa este de Estados Unidos aún era por la tarde y tenía que llamar a un cliente de Nueva York, se acercó al camarero, que estaba de espaldas a él y ni siquiera se había percatado de su presencia.

- ¿Hay algún lugar en el que pueda hacer una llamada sin que me interrumpan? - Aquella voz profunda y sensual consiguió erizarle el vello a Louis, y a éste se le aceleró el corazón al darse la vuelta y encontrarse con ese hombre que había entrado en la sala sin hacer ningún ruido. Antes lo había reconocido inmediatamente, nada más verlo entrar en el salón de baile; Era Harry Styles, naviero multimillonario, conocido playboy y, en los últimos meses, uno de los mejores amigos de su hermano. Niall le había contado que había conocido a Styles en Grecia y desde entonces los dos habían descubierto que compartían su afición al póquer y la ruleta, y la habían explotado en casinos de Aristo y de Grecia.

Las fotografías que había hojeado en las revistas habían despertado el interés de Louis, pero lo cierto era que no lo habían preparado para la impresión que sufrió al verlo en carne y hueso. Era fino, sofisticado e increíblemente sexy. Era más alto que la media y tenía los hombros anchos y fuertes. Pero lo que realmente atrajo la atención de Louis fue su rostro. La palabra <guapo> no alcanzaba a describir la perfección de sus rasgos: sus labios finos, las cejas que formaban una línea sobre unos ojos azules, y una boca amplia y sensual.

En el silencio que se hizo a continuación, él notó su arrogancia, su seguridad en sí mismo, pero también sintió una tensión sexual que le provocó un escalofrío. Era impresionante. Louis se dió cuenta de pronto que estaba mirándolo fijamente y se sonrojó.

- si, abre esa puerta y, encontrará una pequeña sala de estar - dijo por fin, señalando una de las puertas del salón.

-Gracias.

Lo miro de arriba abajo como si estuviera inspeccionando su insulso vestuario negro, una mirada que consiguió que Louis se lamentara de no haberse comprado un traje nuevo para el baile; algo ceñido que hubiera hecho que lo mirara con admiración e interés, y no con la displicencia que veía ahora en su rostro. Lo cierto era que nunca le había interesado demasiado la ropa; en lugar de irse de compras, prefería dedicar su tiempo al trabajo de investigación que estaba realizando para el museo de Aristo. De hecho, hasta que había repasado la lista de quehaceres y había leído "comprar un traje", no había caído en la cuenta de que no tenía nada que ponerse para el acontecimiento social más importante del palacio.

Un Príncipe para un Millonario | Larry Stylinson | adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora