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La luz del sol sacó a Louis de un profundo sueño. Se estiró y sonrió al ver la taza de manzanilla que Harry le había dejado en la mesita de noche. Ya estaba en el segundo mes de embarazo y a menudo se despertaba con nauseas; en esos momentos la infusión era lo único que conseguía calmarle el estómago, por eso Harry se la preparaba todas las mañanas y no le permitía que se levantara si no se la había tomado.

En las últimas semanas había visto otro Harry. A veces seguía mostrándose distante, pero la mayoría de las noches llegaba a tiempo para cenar con él, aunque después seguía trabajando algunas horas más en su despacho. Louis siempre esperaba impaciente su llegada porque lo cierto era que se trataba del mejor momento del día. Le encantaba hablar con él sobre sus respectivos trabajos o sobre política, un tema en el que se mostraba tan apasionado como con la historia; y a Harry le gustaba cuestionar sus opiniones y explicar las que él tenía. Hacía que se sintiera vivo y, cuando le hacía el amor cada noche, le hacía sentir un placer que nunca habría creído posible.

Desde la noche de la gala benéfica, cuando habían acabado consumando el matrimonio, habían acudido a muchas otras fiestas y acontecimientos sociales que para Louis eran cada vez menos estresantes. A diferencia de lo que ocurría en Aristo, donde siempre se las había arreglado para pasar desapercibido, en Atenas todo el mundo parecía fascinado por su condición de príncipe y, allá donde iba, se convertía en el punto de interés de los amigos y socios de  Harry.

Lo cierto era que resultaba muy difícil no llamar la atención cuando Harry insistía en que se pusiera los elegantes trajes que ahora llenaban sus armarios. La ropa que había llevado desde Aristo había desaparecido misteriosamente, para dejar paso a un vestuario sexy y lleno de glamour que Louis jamás habría elegido para sí. A veces se preguntaba si no estaría intentando que se pareciera un poco a las personas con las que había salido antes de casarse con él, pero cada vez se sentía más seguro con su cuerpo, gracias en parte al evidente deseo que siempre despertaba en Harry.

Oyó el agua de la ducha y supo que, al cabo de pocos minutos, Harry aparecería con uno de los elegantes trajes que se ponía para ir a trabajar, tan guapo como siempre. Él, en cambio, tenía el pelo enmarañado y la cara pálida. Tenía el estómago muy revuelto, así que se sentó lentamente, rezando para que se le pasara y no se viera obligado a vomitar como le había pasado el día anterior, aunque, por suerte, para entonces Harry ya se había ido.

Le horrorizaba la idea de vomitar estando él cerca, pero parecía que a su cuerpo no le importaba mucho su dignidad, pensó llevándose la mano a la boca al tiempo que corría hacia la puerta de su baño.

Allí fue donde lo encontró Harry cinco minutos después y, a pesar de las protestas de Louis, se quedó con él hasta que terminó de vomitar, tras lo cual le lavó la cara como si fuera un niño indefenso.

ㅡ¿Te encuentras mejor?ㅡle preguntó suavemente.

Por algún motivo, Louis se puso furioso al darse cuenta de que estaba preocupado. No era él lo que le preocupaba, sino el bienestar del bebé. Se miró al espejo y se le llenaron los ojos de lágrimas al verse tan pálido y demacrado. Tenía un aspecto terrible y no quería que Harry lo viera así, en su momento más vulnerable y poco atractivo.

ㅡOdio sentirme así ㅡadmitió con desesperación.

ㅡEs un síntoma perfectamente natural del embarazo. Acuérdate de que el médico te dijo que las náuseas remitirían en las próximas semanas.

Parecía creer que estaba haciendo una montaña de un grano de arena.

ㅡClaro ㅡreplicó lanzándole una mirada de furiaㅡ No tienes ni idea de lo mal que me siento ㅡle dijoㅡ Para ti no es grave, porque tu cuerpo no está cambiando, ni se está hinchando como un globo, ni tienes que preocuparte de vomitar la cena antes del siguiente desayuno.

ㅡTienes razón ㅡreconoció Harry observándolo fijamente como si pretendiera leerle la menteㅡ, pero ya verás cómo merece la pena... cuando nazca el bebé.

ㅡSupongo que sí ㅡfarfulló Louis, avergonzado de sí mismo y con ganas de llorar. Eran las malditas hormonas, pensó con frustraciónㅡ. Ya estoy bienㅡle aseguróㅡ. Vete a trabajar,  Harry.

Él se quedó callado unos segundos.

ㅡCualquier otro día cancelaría mis compromisos y me quedaría contigo, pero tengo varias reuniones importantes que no puedo posponer.

Louis necesitaba desesperadamente que se marchara para poder darse una ducha y volver a ser él mismo.

ㅡNo necesito que te quedes ㅡle dijo con cierta tensiónㅡ. Ya casi no tengo nauseas ㅡpero él seguía sin moverse, así que buscó algún argumento para convencerle de que estaba bienㅡ Estaba pensando llamar a esa amiga tuya que colabora con organizaciones benéficas.

ㅡMelina Demakis. Te dejaré su número, pero no te comprometas a hacer demasiadas cosas. Ahora lo más importante es que te cuides.

ㅡLo sé, lo sé ㅡ Louis pensó en todas las horas de soledad que pasaba en el apartamento desde que él había vuelto al trabajoㅡ. Tú te pasas el día en la oficina, pero yo no puedo estar siete meses más aquí sentado hasta que nazca el niño.

Harry lo miró unos segundos y luego asintió.

ㅡEstá bien... Acompáñame y te daré los números de teléfono de Melina.

La decoración del despacho de Harry era tan minimalista como la del resto de la casa, el único objeto personal que podía observarse era una fotografía enmarcada que tenía sobre el escritorio.

ㅡEs mi madre ㅡle dijo al ver que Louis miraba con curiosidad la imagen de aquella mujer morena de sonrisa amableㅡ. Esa foto se la hicieron cuando yo era niño, pero la encontré después de su muerte. Es la única foto que tengo de ellaㅡañadió observando la imagen.

— Era muy guapa —comentó Louis— parece muy dulce.

— Lo era.

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Ahora  procedo desaparecer por otros dos meses bai

Un Príncipe para un Millonario | Larry Stylinson | adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora