Capítulo 31.

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El siguiente día pasó con todos los chicos compartiendo juntos en una barbacoa improvisada, entre juegos en la piscina, insultos "amistosos" de algunos, y sonrojos de vergüenza por parte de otros. Pero al final todos terminaron divirtiéndose, juntos y como la pequeña familia que se empezaba a ser más grande entre ellos. Entonces el fin de semana terminó, y cada uno debía volver a su vida cotidiana, cosa que asustaba a Samuel de cierta manera, pues sabía que aún tenía una conversación pendiente con su expareja y no se sentía seguro de ello.

Increíblemente, la semana pasó para el pelinegro de ojos amatista sin tener contacto alguno con su expareja; ni una llamada, ni mensaje de texto, ni siquiera una visita a su trabajo o a su departamento, nada. Y así continuó la siguiente semana, incluso la siguiente a esa, y Samuel no pudo sentirse más tranquilo por eso.

Mientras tanto, su vida en esas tres semanas la compartió mayormente con el peliblanco de ojos esmeralda. Se veían a diario; a veces Rubén lo esperaba en la universidad mientras salía de sus clases, solo para tenerlo entre sus brazos, aunque fuera solo unos minutos; otras veces se veían en el departamento de Samuel, pues el peliblanco quería asegurarse de que nada malo le pasara; algunas otras (muy pocas) Rubén esperaba a que el pelinegro saliera de su trabajo para almorzar juntos, o Samuel iba a casa del peliblanco a hacerle compañía un rato. Eran pocos o bastantes minutos, pero poco a poco el sentimiento que había entre ellos se hacía cada vez más fuerte.

En algún momento en esas semanas, Samuel había llegado a la casa del peliblanco después de salir de sus clases, ese día tenían planeado ver un capítulo de un anime, principalmente porque Samuel jamás había visto alguno, y eso era algo que el corazón de otaku de Rubén no podía dejar pasar por alto.

Y se encontraban allí, en la sala del hogar, mientras el peliblanco alistaba todo lo necesario para que Samuel pudiese sentir "la experiencia completa" de ver un anime.

– tío, ¿enserio son tan necesarias las bandanas? – Pregunta el pelinegro sosteniendo una bandana azul, con un símbolo que no entiende, entre sus manos.

– es para que vivas la experiencia completa – comenta sonriendo de oreja a oreja mientras sigue buscando el control remoto del televisor debajo del mueble que sostiene al mismo.

– claro – responde – te ayudo a buscar el control? –

– no. Es que te juro, ¡lo vi al lado de la TV! ¿O lo habré soñado? – pregunta el peliblanco más para sí mismo que para el otro.

– seguro lo soñaste. –

– entonces fue un sueño muy real – comenta, pero esas palabras hacen que el pelinegro recuerde el tema de los extraños sueños automáticamente, entonces organiza sus ideas y trata de desviar un poco la conversación mientras Rubén sigue en su búsqueda.

– a... aunque es normal, a veces soñamos cosas que hacemos en la cotidianidad y parecen reales – el pelinegro suelta, esperando lograr su cometido con ello.

– si... aunque no del todo, también puedes soñar que estás en otro lugar que jamás has visto y sigue pareciendo muy real – y ese es justo el comentario que Samuel esperaba, es justo lo que necesita para empezar a indagar en ese tema.

– ¿ha sí? ¿Has tenido sueños así? –

– hmm... – el peliblanco se detiene para sentarse en el suelo y sostener con una mano su barbilla. – ¡si! – exclama – Ahora que lo recuerdo, hace tiempo no pasa, pero hubo unos meses en los que tenía sueños muy raros. No era frecuente, pero si eran todos consecutivos. En eso sueños me veía en otro lugar, en un pueblo o algo así parecido, viviendo una vida super extraña con mansiones flotantes y dinosaurios en jardines pequeños, casándome y viviendo al lado de un hombre que conocí una noche en un mirador – relata de manera super resumida y rápida parte de los sueños que ha tenido. Entonces Samuel abre los ojos sorprendió por la tremenda coincidencia; está a punto de decir que él también ha tenido sueños raros y han sido similares a los de Rubén, pero la puerta de la entrada es abierta cortando así con la conversación.

– Rubén, Zaira, ya estoy en casa – y de allí entra una mujer, de cabellos castaño claro casi rubio, con los ojos de un color verde avellana y con una expresión de cansancio en su rostro. – oh, no sabía que teníamos un invitado hoy, Rubén, y que no conozco, además. – Rubén quiere responder "sabrías de él si estuvieras un poco más en casa", pero no lo hace, y simplemente se limita a presentarlo.

– Mamá, él es Samuel, un... amigo, de la universidad- la palabra "amigo" se siente rara para él, porque no pretende ser solo su amigo, pero entendía su situación y debía ser paciente en ello.

– es un placer – Samuel se acerca a la mujer para estrechar su mano con la de ella. En ese momento nota las ligeras ojeras en su rostro.

– el gusto es mío, por favor ponte cómodo y sientete como en tu casa – sonríe amablemente al pelinegro antes de dirigir su mirada a su hijo nuevamente. – estaré en la habitación descansando – comenta, luego se retira subiendo las escaleras en camino a su dormitorio, donde se encierra.

– discúlpala, ella suele llegar agotada de su trabajo casi siempre directo a dormir. – comenta Rubén con la mirada ligeramente opaca, cosa que no pasa desapercibida por Samuel.

– entiendo... Rub – duda un momento, pero finalmente pregunta – ¿y tu padre? –

Entonces la mirada del peliblanco se ensombrece y su expresión cambia a una más decaída, duda un momento en si responder o no, pero finalmente lo hace.

– él... él está en prisión – responde, Samuel se da cuenta de que es un tema bastante delicado y se arrepiente de haber preguntado.

– yo... lo siento, no debí preguntar –

– no te preocupes, no lo sabías – se queda en silencio un momento antes de seguir – es... es solo que ... –

– Rub – pero Samuel lo detiene al notarlo dudar – si no quieres hablarlo no te sientas obligado a hacerlo, ¿Sabes que puedes confiar en mí verdad? – el peliblanco asiente – yo te escucharé cuando estés dispuesto a hacerlo, cuando sientas que es el momento y quieras liberarte de ese peso. Sea donde sea que esté vendré corriendo a tu lado solo para apoyarte, para abrazarte y para decirte lo hermoso que eres – Una pequeñita lágrima resbaló por la mejilla del peliblanco, hace mucho que no sentía esa sensación tan cálida en su pecho y sentirla ahora por parte del chico que lo tenía enamorado era la mejor sensación del mundo.

Entonces Rubén acercó al pelinegro tomándolo por la cintura para unirse en un abrazo, recostado su frente en el hombro del contrario. Sumándose ambos en un ambiente de paz al estar entre los brazos del otro.

– Sam... la verdad es que yo sí necesito hablar de ello – empieza, Samuel se separa del abrazo solo para tomar al peliblanco delicadamente de su mano y llevarlo al sofá para sentarse cómodamente. Rubén continua – esto... bueno, esto es algo que saben los demás chicos, pero ellos no saben que es algo que me sigue afectando. Siempre trato de ignorar las cosas que me afectan y tener una sonrisa para ellos. No es por que no confíes en ellos, es solo que no quiero irle con mis mierdas a los demás –

– pero Rub, son tus amigos, cualquier cosa que te afecte ellos lo entenderán y te apoyaran –

– lo sé y ya han hecho demasiado por mi – se detiene un momento, respira ondo y continua – bien te contaré con lo que pasó –

Junto a ti, en otra vida | RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora