15.-Para que sea suficiente

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Annabeth se apoyó en la baranda del balcón mientras observaba un nuevo amanecer en Jeslar, la vista desde el palacio era hermosa, a pesar de la distancia podía observar el pueblo, en especial los edificios más grandes. Una pequeña ave del tamaño de una pelota de tenis y de plumas blancas se posó sobre rama del árbol, distrayéndola de sus pensamientos. La castaña estiró la mano hacia él y el pájaro voló hacia ella, silbando y trinando con alegría, deleitando a la princesa. Un grupo de las mismas aves, mucho más grandes, pasaron cantando sobre el palacio y la pequeña que estaba en su mano alzó el vuelo para irse con su familia.

Annabeth volvió a entrar para empezar a arreglarse para el día que tenía por delante. Luego de ducharse, la castaña fue hasta su armario, sacando la ropa de entrenamiento que habían preparado para ella, la cual constaba de una blusa negra ajustada, pantalones holgados y botas. Ella arrugó la nariz y prefirió buscar un atuendo entre su ropa, algo con lo que se sintiese cómoda.

Tomó uno de su leggins negro y unas zapatillas deportivas, quedándose solamente con la camisa negra, y por último ató su cabello en una coleta alta. Se miró al espejo de cuerpo entero de su cuarto y sonrió con confianza. Eso era lo que más necesitaba ese día.

Annabeth bajó al comedor para desayunar, en el cual sus hermanos y Alexander hablaban de cómo solían ser los entrenamientos de Aarón.

—Recuerdo mi primer día de entrenamiento —dijo Nathan con un suspiro—. Terminé negándome a volver a entrenar por una semana porque Aarón me hacía repetir los ejercicios una y otra vez.

—En mi primer entrenamiento Bianca y yo logramos sacarlo de sus casillas —comentó Alex con una ligera risa.

—¿Recuerdas tu primer entrenamiento, Kya?

—La verdad no, recuerda que me golpeé al resbalarme en una bajada mientras trotaba y los recuerdos de ese día no están muy claros —respondió ella encogiéndose de hombros con una leve sonrisa.

—Eso sí es tener mala suerte —señaló Alexander.

Annabeth permaneció en silencio, desde su llegada había evitado hacer comentarios hacia su hermana, Kyara se mostraba irritada por su presencia y Annabeth no entendía del todo porque, pero tampoco quería discutir por algo tonto así que prefería callarse cuando ambas estaban en la misma habitación.

Luego del desayuno Annabeth y Alexander salieron a los establos para esperar a Dimitri y William. En cuanto entraron, los relinchos de sus pegasos no se hicieron esperar. Sus dos pegasos eran como el yin y el yang, Magestic destilaba luz con sus blancas plumas y su crin con mechones azul, mientras Scorpius poseía una profunda oscuridad en toda su extensión, siendo solo interrumpida por el mechón rojo en su crin.

—Verónika nos habló de todo lo que les dijeron —mencionó Alexander.

—Aún no he podido procesar todo, pero por lo visto no me queda de otra que aceptar mi destino —Annabeth hizo una mueca y acarició la crin de Magestic. Alexander tomó su mentón para que lo viera a los ojos.

—Tranquila, yo haré todo por ayudarte. —Le sonrió y ella le devolvió la sonrisa.

—Ese es tu trabajo, ¿no? —dijo alzando una ceja divertida.

—Sabes que lo haría aun si no fuese tu Guardián.

—¿Qué significa eso?

—¿Qué? ¿Ser tu Guardián? —Annabeth asintió—. Todos los príncipes y reyes deben tener un protector, desde que son niños se les asigna uno, cuando los príncipes cumplen cierta edad pueden dejar de tener un Guardián como compañía permanente y solo tenerlo en tiempos de guerra —explicó el castaño—. Como es obvio, el Guardián debe ser más fuerte y hábil que el príncipe, por lo que usualmente es varios años mayor que el príncipe que debe cuidar.

Elements: La Leyenda de los BellatorumWhere stories live. Discover now